jueves, 15 de marzo de 2012

oración en el sufrimiento


Padre, cuando sufro no puedo evitar gritar, preguntar, plantear mil y una cuestiones, como un niño que no se consuela, que no entiende. Estoy segura que me escuchas como un padre paciente y amoroso escucha a su hijo. Tú, más, porque tú eres el Padre “de quien toma nombre toda paternidad”. Así pues, te entrego todo esto, mi rebeldía, mi resentimiento, mi odio, aun cuando van dirigidos a Ti. Cualquiera podría pensar que eres el blanco de mis iras, pero en realidad, eres aquel cuyas manos están abiertas para acoger mis presentes, todos mis presentes, y dispuesto a ocuparte de ellos porque son mis propias heridas.
Sí, Padre, mío, padre nuestro, todo es realmente tuyo.

                                                                                  Pierre WOLFF
¿Puedo yo odiar a Dios?  Ed Desclee de Brouwer. Colección “Caminos”

jueves, 8 de marzo de 2012

EL SUFRIMIENTO


En el sufrimiento, hay personas que comprenden rápidamente que el Señor está su lado, “gimiendo” en su interior. No tardan en hacerse concientes de su cercanía en la oración. Pueden ver a Aquel a quien estaban acusando convertido en su compañero de fatiga. Descubrieron que ellos estaban compartiendo el sufrimiento del Padre ante cualquier mal producido por sus hijos o hijas. Entran en los adentros de la compasión y piedad de la humanidad pecadora. No es el camino de la falsa resignación o alabanza.
Se puede decir al Padre:”Recuerda a Job, recuerda a tu Hijo. Aunque perfectos se atrevieron a preguntarte “¿Por qué?”. Acuérdate de ese débil hijo tuyo y permítele preguntarte: “¿Por qué?”.

viernes, 2 de marzo de 2012

LA RUTINA


A alguna gente, románticos de corazón, le gusta pensar que el culto de los primeros cristianos era puramente espontáneo e improvisado. Sin embargo, desde los tiempos de San Pablo, vemos a la Iglesia interesarse por la precisión ritual y la etiqueta litúrgica. Creo que hay una buena razón para eso. Suplico paciencia a mis amigos románticos cuando digo que el orden y la rutina no son necesariamente cosas malas. De hecho, son indispensables para una vida buena, piadosa y pacífica. Sin programaciones y rutinas, pocas cosas podríamos llevar a cabo en nuestra labor diaria. Sin frases hechas, ¿Cómo serían nuestras relaciones humanas? Todavía no he encontrado padres que se cansen de escuchar a sus hijos repetir la vieja palabra “gracias”. Aún no he encontrado una esposa que esté harta de escuchar “te quiero”.
La fidelidad a nuestras rutinas es una forma de mostrar el amor. No trabajamos, o agradecemos, o mostramos afecto solo cuando realmente nos apetece. El amor verdadero es el amor que vivimos con constancia y esa constancia se manifiesta en rutinas.
Las rutinas no son una buena teoría. Funcionan en la práctica. El orden hace que la vida sea más pacifica, más eficiente y más eficaz. De hecho, cuantas más rutinas desarrollamos, más eficaces somos. Las rutinas nos libran de la necesidad de ponderar pequeños detalles una y otra; las rutinas permiten adquirir hábitos, liberando la mente y corazón para que puedan expandirse.

                                               Scott HAHN
                                   La Cena del Cordero.