Lo que Edith Stein llamaba la ciencia de la Cruz es un gran
misterio que se vuelve menos oscuro con las luces que aporta la Pasión de
Cristo. Se puede afrontar el sufrimiento cuando se soporta por algo o por
alguien. Es en el amor donde encuentra su sentido. La cuestión más relevante
consiste en saber ¿por qué y por amor a quien?
San Josemaría Escriva decía: “¿Qué
importa padecer si se padece por consolar, por dar gusto a Dios nuestro Señor,
con espíritu de reparación, unido a Él en la Cruz; en una palabra: si se padece
por amor?”. Al fin y al cabo, la
terrible experiencia del dolor puede presentar tres ventajas: una ocasión de
purificación, un punto de encuentro para abandonarnos confiadamente en Dios y
una oportunidad de corredención con Cristo.
Urge pues, profundizar en la
posibilidad que tenemos los bautizados de convertir nuestros sufrimientos en
una ocasión de corredimir con Cristo, ayudándole a consolar a Dios Padre y a
salvar almas.
Según la doctrina de la Iglesia,
estamos llamados a participar y a colaborar en la obra de la Redención. Pero,
¿qué conlleva en concreto esa colaboración en la obra redentora de Cristo? ¿Qué
significa , como señala S. Pedro, que el cristiano está llamada a compartir sus
sufrimientos? ¿En qué sentido afirma S. Pablo que completa en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo?
Nuestro sufrimiento puede aliviar los
padecimientos que Cristo ofrece para consolar al Padre y para salvar las almas.
Si no podemos hacer hoy que le duelan menos los latigazos, ni ayudarle en el
camino como Simón de Cirene, en cambio podemos aliviar su dolor moral a causa
de los pecados que acontecen en la actualidad.
No solemos escatimar esfuerzos a la
hora de aliviar el dolor de quienes amamos. Pero ninguna persona cuerda ama el
sufrimiento como un fin en si mismo. Sin embargo, el sacrificio puede ser
elegido gustosamente como medio para contribuir a la felicidad de un ser
querido. Solo así se entiende que los santos puedan amar el dolor a pesar del
natural espanto que les produce
También en Getsemaní, Jesús sintió
tristeza y angustia, pero su amor al Padre, y a nosotros, le dio la fuerza
necesaria para acometer y consumar la Pasión. Si le imitamos, también nuestro
sufrimiento se vuelve ligero.
En el fondo, el amor y el dolor son
dos realidades que se benefician mutuamente. Se da entre ellas un mecanismo de
retroalimentación. El amor hace más llevadero cualquier sacrificio, y sufrir
por hacer feliz a quien amamos nos lleva a quererle todavía más.
Michel ESPARZA
Sacado del libro: SINTONÍA CON CRISTO
Ed. PATMOS.