miércoles, 29 de agosto de 2012

LA ORACIÓN.


 

La oración es un hablar de corazón a corazón con Dios. La oración bien hecha toca el corazón de Dios y le incita a escucharnos. Cuando oramos, que sea todo nuestro ser el que se vuelva hacia Dios: nuestros pensamientos, nuestro corazón… el Señor se dejará doblegar y vendrá a ayudarnos.

Ora y espera. No te turbes; la agitación no sirve para nada. Dios es misericordioso y escuchará tu súplica. La oración es nuestra mejor arma: es la llave que abre el corazón de Dios. Es necesario que te dirijas a Jesús mucho más con el corazón que con los labios.

 

                                                                       San PÍO DE PIETRELCINA

sábado, 25 de agosto de 2012

LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA



¡Por qué Cristo instituyó la Eucaristía en la Última Cena y no después?


Aunque interesante, el tema no es transcendente, pues lo que nos interesa es creer que Jesucristo está en cuerpo, sangre, alma y divinidad bajo el velo de las especies del pan y del vino.

En la Misa, decimos – y es – que es el sacrificio incruento de Jesucristo, como anticipo del que posteriormente sufriría de forma cruenta en la cruz. Es la ofrenda que el Señor hace al Padre de su sufrimiento a favor de toda la humanidad y el testimonio del Padre de que “tanto amó al mundo que envió a su Hijo” y Él “se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Por tanto, es Dios sufriente en su cuerpo pasivo que se ofrece, por lo que la institución de la Eucaristía tiene que ser cuando el Hijo tiene la humanidad pasiva.

Si la institución de la Eucaristía hubiera sido después de la resurrección, el Señor ya no hubiera podido ofrecer al Padre el sacrificio, pues su humanidad ya no era pasiva, y como Dios vive en presente, en su etapa que quiso estar en el tiempo, abrazó en su sufrimiento todos los pecados de la humanidad desde el inicio del mundo hasta su finalización. Nosotros en nuestros actos de adoración, de amor, acción de gracias, reparación y súplica entregándonos a Él, le aliviamos los sufrimientos de su pasión, ya que en la Misa actualizamos su muerte y resurrección.

Por tanto, era preciso que la institución de la Eucaristía fuera antes de su Pasión y en el momento tan importante de la despedida de sus discípulos durante la Última Cena.


Sebastián RIVAS BRIALES

miércoles, 22 de agosto de 2012

¿ QUÉ AMO ?




¿Qué es lo que amo cuando amo a Dios? No la belleza de un cuerpo ni la hermosura de lo que se acaba, ni la blancura de la luz, tan agradable a nuestros ojos: no amo al amarle a Él suaves melodías de distintas canciones, ni la fragancia de las flores, ni perfumes, ni aromas: al amarle a Él no amo comidas deliciosas y suculentas, ni atractivos cuerpos para ser abrazados.

Nada de esto amo cuando amo a Dios. Y sin embargo, al amarle, amo una cierta luz, una cierta voz, una como fragancia, y un alimento, y algo como un abrazo, luz voz, fragancia, alimento y abrazo de mi hombre interior, donde mi alma ve una luz que se apaga, donde oye melodías infinitas, donde se expande la fragancia de perfumes que no disipa el  viento, donde se gusta un alimento que nunca sacia, donde el abrazo es tan íntimo que ningún cansancio lo desenlaza. Eso es lo que amo cuando amo a Dios.



SAN AGUSTIN

domingo, 19 de agosto de 2012

LA VALENTÍA DEL HOMBRE MODERNO




A menudo no sabemos qué hacer, nos sentimos como ante puertas cerradas con siete candados. ¿Qué decisión tomar? Pretendemos saber siempre como se desarrollará todo en el futuro. Nadie puede saber lo que vendrá, por eso se es cauteloso, por eso hay también una conducción tan poco clara y segura. El hombre sobrenatural es audaz en sus decisiones. Desde el punto de vista paulino, el hombre sobrenatural procede ciñéndose siempre a la ley de la puerta abierta. Tiene una gran meta que no pierde de vista. Siempre detecta cada una de las etapas, auscultando la situación del tiempo. Así percibe enseguida cuál es el designo de Dios para el momento presente. Y mañana se enterará de lo que tenga que ver con el mañana.

El hombre moderno es, por naturaleza, colectivista, orientado hacia la masa. De ahí que le resulte extraordinariamente difícil tomar la responsabilidad en sus propias manos; de ahí la necesidad de dejarse guiar. Pero hemos de tener la valentía de decidirnos. Pretender disponer de un panorama certero de todas las cosas, pretender abordar la obra con absoluta seguridad personal significaría esperar quizás décadas. En cambio, el hombre sobrenatural marcha con valentía, asumiendo el riesgo de equivocarse y fracasar en su empresa. Pero esa equivocación y fracaso eventuales se convertirán entonces en un medio externo para crecer aún más profundamente en el mundo sobrenatural.



                                                                       José KENTENICH




martes, 14 de agosto de 2012

EL HOMBRE FILIAL




Si queréis comprobar hasta donde ha tomado cuerpo en vosotros la filialidad, la fe en el amor paternal de Dios, tenéis que fijaros si también en una situación difícil podéis decir: “Dios es Padre, Dios es bueno; bueno es todo lo que hace.” ¿Cuánto tiempo necesitáis cuando se os exige algo difícil, hasta que podéis decir conscientemente: esto es expresión y demonstración de un amor paternal especialmente profundo? Ante una pesada cruz y sufrimiento nuestra reacción debería ser: “Dios, mío, Tú que me quieres tanto ¿qué me vas a regalar ahora?”.

Así siempre tendremos la seguridad del péndulo. Si eso os brota así del alma, entonces os habéis hecho niños. La grandeza de nuestra vida consiste en eso: en que el desdén, al pasar desapercibido, el desprecio y la desilusión también sean interpretados como expresión de un profundo amor. Ser despreciado y humillado significa asemejarse a Jesucristo. No tengo nada más que hacer que entregarme por entero a él. Solamente el hombre heroicamente filial vence al hombre primitivo. Las voces del tiempo requieren filialidad por nuestra parte. ¡Este debe ser el gran ideal para nuestra autoeducación y la educación de otros!





José KENTENICH

Fundador del movimiento Schoenstatt.

sábado, 11 de agosto de 2012

SED DE FELICIDAD


Julio, agosto, tiempo de toda sed. Se necesita recomponer dentro de sí, el gusto de vivir, de pasar buenos momentos.

Se dice: “Es la felicidad”. ¿Por qué esta palabra, esta sensación? La sed nos envía a la más arcaica de las experiencias y la más fundamental de nuestra infancia. Nuestra vida se abre con esa felicidad de una sed calmada en el seno de nuestra madre, felicidad que nos daba una sensación de plenitud, de calor, de afección que se derramaba en nosotros y nos daba vida. Y ¿No es esta necesidad que conduce a Jesús  a descansar cuando surge la Samaritana?

“Dame de beber” le dice en tiempo de vacaciones. Esta frase nos descansa. Jesús también siente el cansancio. Pero, enseguida surge una paradoja: a la vez que pide de beber, anuncia que Él es una fuente que apaga por siempre jamás la sed.

Esta contradicción me parece una hermosa lección de vida en la fe. Jesús conoce y respeta nuestras necesidades humanas, y las colma. Somos a la vez hijos del mundo Y de Dios. Tenemos que vivir con ese Y, y no transformarlo en O. Es bueno apagar nuestras sedes, aprovechar los momentos de descanso, y también desear desde nuestra fe, a otro nivel de felicidad: la que sintieron los discípulos en la Transfiguración o en el camino de Emaús: “Señor, estamos bien aquí” 

¿Como alcanzar esta felicidad hoy?  Dos actitudes son necesarias: el respeto a los mandamientos y la atención al pobre que somos, y al que tenemos al lado. “Si alguien tiene sed que venga a mí y beba”. La felicidad del Evangelio nos conduce desde el bienestar al deseo, del descanso a la puesta en marcha. A la finitud del mundo responde el infinito de la fe, en nuestra sed se revela el misterio de la Vida en Dios.



Geneviève de TAISNE.



Traducida de “Panorama”, julio-agosto 20)


lunes, 6 de agosto de 2012

LA SIEMBRA




Sin saber quien recoge, sembrad,
Serenos, sin prisas,
Las buenas palabras, acciones, sonrisas;
Sin saber quien recoge, dejad
Que se lleven la siembra las brisas.


Con un gesto que ahuyenta el temor
Abarcad la tierra
 En ella se encierra
La gran esperanza para el sembrador.
Abarcad la tierra.


No os importe no ver germinar
El don de la alegría.
Sin melancolía,
Dejad al capricho del viento volar
La siembra de un día.


Las espigas dobles romperán después;
Yo abriré la mano
Para echar mi grano,
Como una armoniosa promesa de mies
En el surco humano.


Brindará la tierra su fruto en agraz,
Otros segadores
Cortarán las flores,
Pero habré cumplido mi deber de paz,
Mi misión de amores.


Cristina ARTEAGA




sábado, 4 de agosto de 2012

PADECIMIENTO - AMOR




Lo que Edith Stein llamaba la ciencia de la Cruz es un gran misterio que se vuelve menos oscuro con las luces que aporta la Pasión de Cristo. Se puede afrontar el sufrimiento cuando se soporta por algo o por alguien. Es en el amor donde encuentra su sentido. La cuestión más relevante consiste en saber ¿por qué y por amor a quien?

San Josemaría Escriva decía: “¿Qué importa padecer si se padece por consolar, por dar gusto a Dios nuestro Señor, con espíritu de reparación, unido a Él en la Cruz; en una palabra: si se padece por amor?”.  Al fin y al cabo, la terrible experiencia del dolor puede presentar tres ventajas: una ocasión de purificación, un punto de encuentro para abandonarnos confiadamente en Dios y una oportunidad de corredención con Cristo.

Urge pues, profundizar en la posibilidad que tenemos los bautizados de convertir nuestros sufrimientos en una ocasión de corredimir con Cristo, ayudándole a consolar a Dios Padre y a salvar almas.

Según la doctrina de la Iglesia, estamos llamados a participar y a colaborar en la obra de la Redención. Pero, ¿qué conlleva en concreto esa colaboración en la obra redentora de Cristo? ¿Qué significa , como señala S. Pedro, que el cristiano está llamada a compartir sus sufrimientos? ¿En qué sentido afirma S. Pablo que completa en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo?

Nuestro sufrimiento puede aliviar los padecimientos que Cristo ofrece para consolar al Padre y para salvar las almas. Si no podemos hacer hoy que le duelan menos los latigazos, ni ayudarle en el camino como Simón de Cirene, en cambio podemos aliviar su dolor moral a causa de los pecados que acontecen en la actualidad.

No solemos escatimar esfuerzos a la hora de aliviar el dolor de quienes amamos. Pero ninguna persona cuerda ama el sufrimiento como un fin en si mismo. Sin embargo, el sacrificio puede ser elegido gustosamente como medio para contribuir a la felicidad de un ser querido. Solo así se entiende que los santos puedan amar el dolor a pesar del natural espanto que les produce

También en Getsemaní, Jesús sintió tristeza y angustia, pero su amor al Padre, y a nosotros, le dio la fuerza necesaria para acometer y consumar la Pasión. Si le imitamos, también nuestro sufrimiento se vuelve ligero.

En el fondo, el amor y el dolor son dos realidades que se benefician mutuamente. Se da entre ellas un mecanismo de retroalimentación. El amor hace más llevadero cualquier sacrificio, y sufrir por hacer feliz a quien amamos nos lleva a quererle todavía más.



Michel ESPARZA

Sacado del libro:   SINTONÍA CON CRISTO

Ed. PATMOS.