domingo, 30 de septiembre de 2012

CONTEMPLACIÓN EUCARÍSTICA


La conocida y sencilla anécdota del campesino que no hacía “nada, yo lo miro y él me mira”, nos dice que la contemplación cristiana son siempre dos miradas que se encuentran: la nuestra sobre Dios y la de Dios sobre nosotros. Si a veces se baja nuestra mirada o desaparece, nunca ocurre lo mismo con la mirada de Dios. Él nos sigue mirando, mimando y abrazando.
En la contemplación, basta con hacer feliz al Señor, según la frase de Charles de Foucauld y tenemos que aprovechar ese breve tiempo para hacerle feliz a Él.
La contemplación es una profecía porque anticipa lo que haremos por siempre, tras la muerte, cuando estemos en la presencia de Dios.
La distracción o la aridez no cortan la contemplación, basta renunciar a la satisfacción del fervor. Y Jesús sabe y goza que estemos allí junto a ÉL

jueves, 27 de septiembre de 2012

EL DESIERTO


Se puede decir que el desierto es el templo sin límites de nuestro Dios. Es allí donde a menudo él se manifiesta a nuestros santos; es en la soledad donde acostumbra a encontrarse con los hombres. En el desierto Moisés, con el rostro inundado de luz, vio a Dios. Allí fue admitido a conversar familiarmente con el Señor, y después de ir al desierto como pastor de ovejas, dejo el desierto y se convirtió en pastor de pueblos.

De la misma manera, cuando el pueblo de Dios debía ser liberado de Egipto y de las obras terrestres, se fue a lugares alejados y se refugió en las soledades. Sí, en el desierto se acercó a Dios, se convirtió en el jefe de su pueblo guiando sus pasos a través del desierto. Los hijos de Israel pudieron, pues, ver el trono de Dios y oír su voz mientras vivieron en la soledad del desierto. Para que el pueblo pudiera entrar un día en posesión de una región que manaba leche y miel, fue necesario que pasara primero por lugares áridos y yermos. Que habite en una tierra inhabitable el que quiera gozar de la dicha del Señor en la tierra de los vivos. Que sea huésped del desierto quien quiera llegar a ser ciudadano de los cielos.

San EUQUERO
Obispo de Lyon (+ 450))

domingo, 23 de septiembre de 2012

ORACIÓN DE CONTEMPLACIÓN


Jesús,

Estar aquí ante ti, y ya está todo;

Cerrar los ojos de mi cuerpo,

Cerrar los ojos de mi alma

Y quedarme así inmóvil y silencioso;

Abrirme ante ti que estás abierto a mí;

Estar presente ante ti, el infinito presente.

 

Yo acepto, Señor, este no sentir nada,

No ver nada,

No oír nada,

Vacío de toda imagen.

En la noche.

Heme aquí simplemente

Para encontrarte sin obstáculo

En el silencio de la Fe,

Ante Ti, Señor.

 

Amen.

 

Felix MANCILLA ARCOS

 

 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

PERDONA COMO PERDONAMOS.



La paciencia es un  tipo de fortaleza cristiana. Es más fácil combatir el mal, vencer el mal, que soportarlo. Sabemos los problemas que nacen de la pasividad: el mal introduce sus raíces y  crece a causa de la inercia de los buenos. La paciencia, entonces, sirve como pretexto para la pereza y la debilidad.
A pesar de todo, hay en el mundo problemas que no pueden evitarse. Combatirlos sería como dar con la cabeza contra la pared. En primer lugar, están las enfermedades y los accidentes. No hay que dilatar su curación o solución. En la vida cotidiana soportamos libremente muchas dificultades: el estudio, el examen, los viajes incómodos, el vecino poco simpático,  etc. Este tipo de paciencia y otros parecidos pueden ser grandes medios de perfección si las aceptamos como cruces que debemos llevar en el seguimiento a Jesús, es decir con una recta intención, con espíritu de fe, dándole un sentido religioso.
Así pues la paciencia es la virtud que nos enseña a soportar con paz aquellos problemas que no podemos evitar. Esta actitud es razonable, conlleva cierta capitulación. La paciencia debe ser una virtud positiva, no podemos concebirla solo como una razonable rendición; tendrá que tener un sentido más profundo. La paciencia es virtud. Su objetivo no es solo mitigar, sino hacer huir la tristeza y el abatimiento del alma que nos tienta en las dificultades sobrevenidas. Soportamos firmemente, con magnanimidad cualquier adversidad que Dios permite; por eso, no disminuye nuestro deseo de perfección, no hacemos omisión de nuestros deberes, sino que seguimos rigiéndonos con sano juicio y con la voluntad de Dios.

Cardenal Tomás SPIDLIK.
(1919-2010)

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿SOMOS INDEPENDIENTES?


Una de las realidades que más cuesta reconocer en nuestro tiempo es que somos dependientes. Existe un ideal falso de autonomía según el cual lo mejor que le podría pasar a una persona es estar totalmente desligada de los demás. Pero ello contradice la experiencia. Desde nuestra concepción hasta pasada la juventud necesitamos de nuestros padres para sobrevivir y crecer; y en la ancianidad, al revés, necesitamos de nuestros hijos o cualquier otra persona. En el tiempo intermedio otros dependen de nosotros, y necesitamos a los demás. Los creyentes, además, sabemos que nuestra existencia es posible porque Dios la quiere, nos sostiene con su amor. Como cristianos, sucede lo mismo. Jesús dice en el Evangelio: Permaneced en mí y yo en vosotros. Igual que el bebé en el seno de la madre, también el cristiano se mantiene en la gracia por su vinculación con Cristo.
El Señor dice: Sin mí no podéis hacer nada. Ésta es una verdad que fácilmente perdemos de vista. Basta con que tengamos éxito en alguna cosa, por pequeña que sea, para que enseguida pensemos en lo buenos que somos o en nuestra capacidad. Pero todo lo que se hace sin Cristo no da verdadero fruto. La imagen de la vid es muy clara. Quien se fija en el sarmiento, contemplando sus abundantes racimos de uvas, pero olvida que está unido a un tronco, a la vid de donde procede todo alimento, no entenderá la razón de esa fecundidad.

                                                                                  David AMADO FERNÁNDEZ

miércoles, 12 de septiembre de 2012

APOSTÓLADO Y ORACIÓN


No es posible comprometerse en el apostolado directo si no se es un alma de oración. Seamos conscientes de ser uno con Cristo, tal como él era consciente de ser uno con su Padre, nuestra actividad no es verdaderamente apostólica sino en la medida en que le dejamos a Él trabajar en nosotros y a través de nosotros con su propio poder, su deseo y su amor. Sólo cuándo hayamos aprendido a buscar a Dios y su voluntad, nuestras relaciones con los pobres serán un camino de santificación para nosotros y para los demás.
Amad la oración; a lo largo del día sentid la necesidad de orar y esforzaos en orar. La oración dilata el corazón hasta tener la capacidad de este don que Dios nos hace de sí mismo. Pedid y buscad, y vuestro corazón se ensanchará hasta poderle acoger y que está con vosotros. Lleguemos a ser un verdadero sarmiento de la viña de Jesús, un sarmiento que dé fruto. Para ello, aceptemos a Jesús en nuestra vida tal como Él desea llegar hasta nosotros.

                                                                       Beata TERESA DE CALCUTA

Dios es un ser infinito. El hombre es un ser finito que no puede abarcar a Dios. Pero su corazón se puede ensanchar.

Santa TERESA DE LISIEUX

jueves, 6 de septiembre de 2012

ORACIÓN Y DISTRACCIÓN


Hay un arma – un camino – que es esencial para abordar las dificultades y hacer progresos en la oración. Y es la firme resolución de no cesar nunca de hacer intentos, de no cesar nunca de orar, sin que importen las dificultades que se presenten, ni la pequeñez de los éxitos, ni lo que vaya a costar. Cuando nos decidimos a ser personas de oración, hacemos una declaración de guerra no solamente contra nosotros, sino contra el demonio mismo... solo un coraje resuelto y una confianza firme e inconmovible en Dios puede capacitarnos para persistir en ese combate. Dios no deniega su gracia a aquellos que utilizan la que ya tienen, por muy pequeña que sea.
La dificultad más común que pone a prueba la fortaleza es la lucha continua contra las distracciones.
.Las distracciones pueden tener orígenes diversos: curiosidad no mortificada, preocupación, humillaciones, fatiga. Si la distracción es obra de Dios, podemos gloriarnos de nuestra pequeñez y esperar la gracia de Dios.
También las distracciones pueden ser debidas a la inestabilidad natural de la mente, especialmente de la imaginación. Lo que podemos hacer es renovar nuestra atención hacia Dios. Y se debe hacer suave y tranquilamente, sin violencia e, incluso, sin sorprendernos de nuestra propia extravagancia.
Una forma de tratar esas ideas locas y obstinadas es convertirlas en materia de oración, buscando alguna relación entre la idea que nos distrae y Dios. Puede ser motivo para alabar a Dios o usarse como una prueba de nuestra necesidad de su gracia. Sea lo que fuere, Dios lo hizo y permitió que entrara en nuestra mente, de suerte que siempre hay un camino que lleva a Dios.
Las distracciones que no son deliberadas son una prueba, no una falta.

Eugene BOYLAN

lunes, 3 de septiembre de 2012

LOS POLÍTICOS


LOS  POLÍTICOS.


No pasa el estamento o clase política por sus mejores momentos y esto en casi todos los países del mundo: ineficacias, corrupción, egoísmos partidistas… y humanamente no parece que haya mucha solución. Quizá sea por eso más necesario que nunca rezar por los que nos gobiernan. ¿No lo mandaba ya San Pablo? Quizá sea por algo. Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los gobernantes para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agrada a Dios, nuestro Salvador. (I Tim 2, 1-3). El Santo Padre también ve esta necesidad y nos pone manos a la obra: honestidad y ejemplo de vida son conductas que sirven al bien común, así como el amor a la verdad, suprema aspiración y bien del hombre.

domingo, 2 de septiembre de 2012

LA LEY.



Nos cuesta imaginar la emoción y el entusiasmo de los israelitas al escuchar las palabras de Moisés preguntándose si alguna nación, por grande que fuera, podía afirmar que sus dioses eran tan cercanos a ellos como Yahvé estaba cerca de Israel. La conciencia de la proximidad de Dios, percibida como una prueba de afecto, ayudaba a entender también que sus mandamientos eran justos. De ahí que esos mandatos no se vieran como una carga pesada, pues formaban parte de esos cuidados de un Dios que no quedaba relegado a un mundo inaccesible, sino que se acercaba a los suyos. La Ley se entendía como manifestación del trato entre los hombres y Dios. El mismo Dios que entregó las tablas de la ley era él que había liberado al pueblo de la esclavitud y lo acompañaba en su travesía del desierto. Dentro de esa relación , y con la experiencia de la libertad ganada al faraón con su auxilio, la ley era deseada y amada. Formaba parte de la nueva condición de hombres libres y, al mismo tiempo, ayudaba a mantener el vínculo con Dios que era el último garante de que no volverían a la esclavitud. Esta relación se sigue dando entre nosotros, pues solo cuando dejamos de percibir a Dios y empezamos a verlo lejano, la ley empieza a parecernos pesada.

Frente a la concepción legalista de los tiempos de Jesús, que privaba al hombre de la libertad que Dios nos da, Jesús nos muestra que la verdadera ley consiste en cumplir la voluntad de Dios. Esta debe ser escuchada y meditada , y ser observada en la persona de Cristo, que es el único que no la tergiversa porque su corazón está totalmente unido al del Padre. El apóstol Santiago nos recuerda que todo beneficio y todo don perfecto vienen de arriba. A nosotros nos ha llegado a través de Jesucristo. Al señalar esto, nos recuerda constantemente que tenemos que estar pendientes del cielo, frente a la tentación de reducir la religión a nuestra medida, y hacerla “a la carta”. De forma sintética señala que la ley que hemos de llevar a la práctica consiste en visitar huérfanos y viudas en tribulaciones es decir, en el precepto de amor enseñado por Cristo. Solo desde Cristo se alcanza a comprender la belleza y la exigencia de los mandamientos y de todas las enseñanzas, porque en él encontramos al Dios cercano que nos ama.


David AMADO FERNÁNDEZ