sábado, 29 de junio de 2013

REBELIÓN. RESIGNACIÓN. ACEPTACIÓN.


 

 Conviene hacer alguna precisión lingüística. Existen tres actitudes posibles frente a aquello de nuestra vida, de nuestra persona o de nuestras circunstancias que nos desagrada o que consideramos negativas.

La rebelión, la resignación, la aceptación.

La rebelión es el caso de quien no se acepta a sí mismo y se rebela contra Dios que lo ha hecho así, contra la vida que permite tal o cual acontecimiento, contra la sociedad, etc… la rebelión no siempre es negativa. Puede tratarse de una primera e inevitable reacción psicológica ante circunstancias brutalmente dolorosas, y beneficiosas siempre que no nos quedemos encerrados en ella. Al término rebelión se puede dar también otro significado positivo: él del rechazo de una situación inadmisible que nos hace obrar respecto a ella empujados por justas motivaciones y con medios legítimos y proporcionados. Nosotros nos referimos aquí al término rebelión en su sentido de rechazo de lo real.

La rebelión suele ser la primera reacción frente al sufrimiento. El problema está en que no resuelve nada; por el contrario, no hace sino añadir un mal a otro mal y es fuente de desesperación, de violencia y de resentimiento. Quizá cierto romanticismo literario ha hecho apología de la rebelión pero basta un mínimo de sentido común para darse cuenta de que jamás se ha construido nada importante ni positivo a partir de la rebelión; ésta solamente alimenta y propaga más aún el mal que pretende remediar.

LA RESIGNACIÓN.

Como me doy cuenta de que soy incapaz de cambiar tal situación o de cambiarme a mí mismo, termino por resignarme. Al lado de la rebelión, la resignación puede representar cierto progreso, en la medida en que conduce a una actitud menos agresiva y más realista. Sin embargo es insuficiente; quizá sea una virtud filosófica, pero nunca cristiana, porque carece de esperanza. La resignación constituye una declaración de impotencia, sin más. Aunque puede ser una etapa necesaria, resulta estéril si se permanece en ella.

LA ACEPTACIÓN.

Es la actitud a la que conviene aspirar. La disposición interior es muy diferente. Me lleva a decir “si” a una realidad percibida en un primer momento como negativa. Existe pues, una perspectiva esperanzadora. Por ejemplo, puedo decir “si” a lo que a pesar de mis fallos, porque me sé amado por Dios, porque confío en que el Señor es capaz de hacer cosas espléndidas con mis miserias.

La diferencia decisiva entre la resignación y la aceptación radica en que esta última – incluso si la realidad   objetiva en la que me encuentro no varía – la actitud del corazón es muy distinta, pues en él anidan ya las virtudes de fe, esperanza y caridad. Aceptar mis miserias es confiar en Dios que me ha creado tal y como soy. Confiar en alguien es ya amarle. Y esa actitud de aceptación demuestra la aceptación a la gracia divina. La gracia de Dios nunca se da en vano a quien la recibe, sino que resulta siempre extraordinaria fecunda.

 

Jacques PHILIPPE

 

 

 

viernes, 28 de junio de 2013

CONTACTO DIRECTO.

Amigos,
Tengo un problema. Estoy leyendo un libro que para mí es una maravilla. Cada párrafo es para meditarlo, y por mí lo pondría entero en este blog, lo que naturalmente no puede ser. Así que, aunque voy a poner varios textos,  voy a recomendar a todos los que puedan, que compren ese libro cuya portada pongo debajo. Sé que no os será posible a todos, por eso pondré los extractos que más me llaman la atención.
Y, por favor, hacer comentarios, anónimos o no, a fin de saber lo que más os interesa, o no.
CHANTAL

¿ LIBERTAD EXTERIOR O INTERIOR ?

Para el hombre moderno ser libre a menudo significa poder desembarazarse de toda atadura y autoridad: “Ni Dios, ni amo”. Se considera como una realidad dependiente de las circunstancias, y no una realidad ante todo interior. A menudo nos sentimos agobiados por nuestra situación, por nuestra familia o nuestro entorno. No obstante, quizas le problema no resida fuera: es en nuestros corazones donde nos angustiamos, en ellos está el origen de nuestra falta de libertad. Si amáramos más, el amor daría una dimensión infinita a nuestras vidas y nunca volveríamos a sentirnos oprimidos. Es nuestro corazón e prisionero de su egoísmo o de sus miedos; es él que debe cambiar y aprender a amar dejándose transformar por el Espíritu Santo. Es el único modo de escapar de ese sentimiento de angustia en el que nos encerramos.
Jacques PHILIPPE
La libertad interior.

sábado, 22 de junio de 2013

¿QUÉ POBREZA TIENES ?


¿Por qué tanto atormentarte y tanto esfuerzo para poner tu riqueza a salvo detrás de la argamasa y de los ladrillos? Más vale buen nombre que muchas riquezas. Amas el dinero por la consideración que te procura. Serás considerado mucho más si puedes ser llamado padre y protector de millares de niños, que si guardas millares de piezas de oro en tus sacos. Un día tendrás que abandonar tu dinero;  por el contrario, la gloria de todo el bien que hayas hecho con él podrás llevártela contigo al presentarte ante el soberano Señor; cuando todo un pueblo, apresurándose a defenderte ante el común juez, te llame con los nombres de aquellos a los que has alimentado, asistido, con los que has sido bueno. Cuán agradecido estarás, feliz y orgulloso del honor que te hacen.

Pero en este momento te entristeces, huyes los encuentros por miedo a tener que dejar algo de lo que tan celosamente guardas. Y no sabes decir otra cosa: “no tengo nada, no os daré nada porque soy pobre”. En realidad eres pobre, pobre de todo: pobre de amor, pobre de bondad, pobre de confianza en Dios, pobre de esperanza eterna.

 

SAN BASILIO

(330 – 379)

 

miércoles, 19 de junio de 2013

TESTIMONIO DE LIBERTAD INTERIOR.


 
 

Esta mañana, paseando en bicicleta por el Stadionkade, he disfrutado del amplio horizonte que se descubre desde los alrededores de la ciudad, mientras respiraba el aire fresco, que todavía no nos han racionado. Por todas partes se ven carteles en los que se prohíbe a los judíos transitar por los senderos que conducen al campo. Pero, por encima de ese poquito de carretera que nos queda permitido, se extiende el cielo entero. No pueden nada contra nosotros; absolutamente nada. Pueden hacernos la vida muy dura, pueden despojarnos de algunos bienes materiales, pueden quitarnos la libertad exterior de movimientos…; pero es nuestra lamentable actitud psicológica la que nos despoja de nuestras mejores fuerzas: la actitud de sentirnos perseguidos, humillados, oprimidos; la de dejarnos llevar por el rencor; la de envalentonarnos para ocultar nuestro miedo. Tenemos todo el derecho de estar de vez en cuando tristes y abatidos, porque nos hacen sufrir: es humano y comprensible. Y sin embargo, la auténtica expoliación nos la infligimos nosotros mismos. La vida me parece tan hermosa… y me siento libre. Dentro de mí el cielo se despliega tan grande como el firmamento. Creo en Dios y creo en el hombre, y me atrevo a decirlo sin falsa vergüenza (…) soy una mujer feliz y ¡sí! Me vuelco en alabanzas a esta vida en el año del Señor (hoy y siempre del Señor) 1942… ¿Qué año es de la guerra?

 

Etty HILLESUM.

 

Se trata de un testimonio de Etty Hillesum, una joven judía muerta en Auschwitz en septiembre de 1942, cuyo diario fue publicado en 1981.

domingo, 16 de junio de 2013

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.


La Sabiduría.

No es, en realidad, otra cosa que el amor que saborea, gusta y experimenta cuan suave y dulce es Dios.

El entendimiento.

Es el amor atento a considerar y penetrar la belleza de las verdades de la fe, para conocer por medio de ellas a Dios en Sí mismo, y después descendiendo de ellas, considerarlo en las criaturas.

La ciencia.

Por el contrario es el mismo amor que nos ayuda y mueve a conocernos a nosotros mismos y a las criaturas, para hacernos subir a un perfecto conocimiento del servicio que a Dios debemos.

El consejo.

Es asimismo el amor en cuanto nos hace cuidadosos, santos y hábiles para elegir bien los medios propios para servir a Dios santamente.

La fortaleza.

Es el amor que aliento y anima el corazón para ejecutar lo que el consejo ha determinado debe ser hecho.

La piedad.

Es el amor que endulza el trabajo y nos inclina a emplearnos cordial y agradablemente y con filial afecto en las obras que agradan a Dios, nuestro Padre.

El temor.

No es otra cosa que el amor en cuanto nos hace huir y evitar lo que desagrada a la Majestad divina.

 

Jacques PHILIPPE.

 

sábado, 15 de junio de 2013

TENED VALOR.


 

Desde los orígenes del mundo, Cristo sigue sufriendo en los suyos. Él es el principio y el fin; escondido en la Ley y revelado en el Evangelio, es el Señor siempre admirable que sufre y triunfa en sus santos. En Abel, fue asesinado; en Abraham, conoció el exilio; en Isaac, fue ofrecido en sacrificio; en Jacob, reducido a servidumbre; vendido en José; abandonado y rechazado en Moisés; en los profetas, perseguido por tierra y mares; en numerosos mártires, torturado y asesinado. Es Él quien todavía ahora lleva nuestras debilidades y enfermedades, porque Él mismo es hombre, por nosotros expuesto a todos los males y capaz de cargar sobre sí la debilidad que nosotros, sin Él, somos incapaces de asumir. Sí, es Él, verdaderamente él quien lleva en nosotros y por nosotros todo el peso del mundo para librarnos de ese peso; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.él es quien, en ti, soporta todo el desprecio, y es a él a quien el mundo odia en ti.

Demos gracias al Señor, porque si fue Él quien se comprometió, suya es la victoria. Según esta frase de la Escritura, El es quien triunfa en nosotros cuando, tomando la condición de esclavo, gana para sus siervos la gracia de la libertad.

 

SAN PAULINO DE NOLA.

(355 – 431)

 

 

domingo, 9 de junio de 2013

EL CONTEMPLATIVO ESPERA LA PALABRA DE DIOS.


 
La contemplación es esencialmente una escucha en el silencio. Estar expectante. Y también, en cierto sentido, debemos empezar a escuchar a Dios cuando hemos terminado de contemplar. ¿Cuál es la explicación de esta paradoja? Quizás que hay una clase de escucha más elevada, que no es prestar atención a la longitud de cierta onda, la receptividad de cierto mensaje, sino un vacío que espera realizar la plenitud del mensaje de Dios dentro de su aparente desierto. En otras palabras, el verdadero contemplativo no es el que prepara su mente para un mensaje particular que él quiere o espera escuchar, sino el que permanece vacío porque sabe  que nunca puede  esperar o anticipar la palabra que transformará su oscuridad en luz.

Ni siquiera llega a anticipar una clase especial de transformación. No pide la luz en vez de la oscuridad. Espera la palabra de Dios en silencio, y cuando es respondido, no lo es tanto por una palabra que brota del silencio. Es por su silencio mismo, que de repente, revelándose inexplicablemente a él como la palabra de máximo poder, se llena de la voz de Dios.

 

Thomas MERTON
Monje trapense estadounidense. (1915 – 1968)

jueves, 6 de junio de 2013

EL PECADO ESTRUCTURAL.

.

Es la condición del hombre histórico por la cual, de hecho, en las durezas de la vida, se restringe a sí mismo y, sin quererlo, se vuelve ávido, injusto, defensor del propio bien a toda costa. Evidentemente no es solo el fruto de la malicia individual, sino de la condición cultural en el sentido vasto de la palabra, social, del hombre histórico. Es el pecado inserto en los sistemas de vida, en la mentalidad, en las ideas recibidas: es un modo de ser y de vivir que la Escritura llama “mundo”, en sentido negativo, en el que más allá de las bellas palabras, prevalece el provecho, la necesidad de aventajar a los demás, de contraatacar, de polemizar primero para no dejarse someter. Esta realidad conflictual no la hemos escogido nosotros y podríamos pensar que nosotros no tenemos nada que ver con ella. Pero a la larga, nos damos cuenta de que no podemos rehuirla.
No pocas de las ideas que recibimos como obvias son fruto de esta mentalidad. Cuando analizamos la historia del pasado y nos maravillamos que se haya escogido tal o tal cosa, incluso en la historia de la Iglesia – como la tortura, la guerra, la esclavitud -  deberíamos comprender que aquella gente vivía según las ideas recibidas. Para ellos era prácticamente imposible sustraerse a una cierta mentalidad, que podía llevar a cometer ciertas injusticias. Forma parte del camino histórico del hombre el vivir sometido a la mentalidad del propio tiempo e escoger lo que tal vez dentro de un siglo o dos parezcan equivoco, pero que, hoy, instintivamente, hacemos.
Este pecado estructural, inserto en la vida social, económica y en la mentalidad, Pablo lo denuncia porque mientras lo denuncia, afirma que en lo más profundo del corazón del hombre hay una mentalidad opuesta: la apertura hacia Dios.
El hombre es más abierto a Dios que cerrado; pero históricamente el cierre a Dios es el que estalla y se manifiesta en determinadas circunstancias.
Carlo María MONTINI

domingo, 2 de junio de 2013

COMO RECONOCER LA INSPIRACIONES DELA ESPÍRITU SANTO


RECONOCER QUE UNA INSPIRACIÓN VIENE DE DIOS.

 

El “oído espiritual” es una especie de aptitud para descubrir la voz única y reconocible de Jesús entre todas las múltiples y discordantes voces que se dejan oír en el interior de nosotros mismos. El Espíritu Santo utiliza un “tono de voz” para cada uno, un timbre que le es propio, con una dulzura y una fuerza que, cuando estamos acostumbrados a oírlo nos permiten reconocerlo casi con toda seguridad. Por supuesto, el demonio, “mono de imitación de Dios” tratará en alguna ocasión de imitar la voz del Esposo, pero por bien imitada que esté, “desafina” en alguna parte, y por tanto no es la voz de Dios.

 

CRITERIOS QUE PERMITEN DECIR QUE UNA INSPIRACIÓN VIENE DE DIOS.

DIOS NO SE CONTRADICE.

Dios es coherente. No puede inspirarnos algo que sea contradictorio con su voluntad tal y como se expresa por los medios más usuales: la Palabra de Dios, la enseñanza de la Iglesia y las exigencias de nuestra vocación.

 

COHERENCIA CON LA SAGRADA ESCRITURA Y LA IGLESIA.

Las autenticas inspiraciones irán siempre en el sentido de un espíritu de obediencia a las Escrituras y a la Iglesia. No puede ser una palabra entregada a la fantástica interpretación de cada uno, sino a lo que nos ha sido transmitido y explicado por el magisterio de la Iglesia. “Cuando Dios arroja sus inspiraciones en un corazón, la primera que Él comunica es la de la obediencia” dice San Francisco de Sales.

 

COHERENCIA CON LAS EXIGENCIAS DE LA PROPIA VOCACIÓN.

De mi  vocación particular (casado, consagrado, padre, sacerdote…) y de las circunstancias de la vida (obligaciones profesionales…) se deriva todo un conjunto de exigencias que constituyen la voluntad de Dios. Una inspiración no puede pedir algo que esté en contradicción manifiesta con lo que antes se llamaba “deberes de estado”. Las inspiraciones van dirigidas hacia el cumplimiento de los deberes de estado, no le desvían de él, sino al contrario, facilitan su realización.

Puede ocurrir que nuestros deberes familiares o profesionales sean un cómodo pretexto para no obedecer a las inspiraciones del Espíritu Santo, pero este criterio de coherencia entre ellas y las exigencias propias de nuestra condición es importante, y el hecho de tomarlo en consideración puede evitar numerosas ilusiones espirituales.

 

 

 

EL ARBÓL SE CONOCE POR SUS FRUTOS.

Si obedecemos, la inspiración divina será fecunda y dará frutos buenos: frutos de paz, alegría, caridad, unidad, humildad… una inspiración que viene de nuestra carne o del demonio será estéril, es decir dará frutos negativos: tristeza, amargura, soberbia, etc.

Este criterio es muy importante, pero presenta un grave inconveniente: solo se aplica después de los resultados. Pero a pesar de ese inconveniente, este criterio no es del todo inútil. En primer lugar porque permite adquirir experiencia. Luego, porque, incluso antes de poner en práctica la decisión, se puede rectificar.

 

ADQUIRIR LA EXPERIENCIA.

Reconocer las mociones del Espíritu Santo proviene de la adquisición de una especie de “sentido espiritual”. Es un don de Dios, pero se desarrolla y se afianza también gracias a la experiencia.

Hemos de saber que en la vida espiritual, incluso si estamos llenos de buena voluntad y seguros de que Dios nos asiste, en ningún caso estamos dispensados de la  experiencia de un cierto aprendizaje que implica tanteos, éxitos y errores. Dios ha querido que sea así, es una ley humana de la que nadie está exento. Hay que recibirlo con humildad y seguir adelante sin desanimarse.

La experiencia de los resultados, de las confirmaciones o invalidaciones fruto de los hechos, así como el estado interior en el que nos dejan algunas de nuestras decisiones (serenos, humildes y alegres, o tristes, inquietos o tensos), nos permitirá aprender a distinguir mejor lo que viene de Dios o del demonio, carácter o inclinación.

 

DISCERNIMIENTO DE LOS ESPÍRITUS.

La experiencia de la Iglesia y de los santos expresa una regla general: lo que viene del Espíritu lleva consigo alegría, paz, tranquilidad de espíritu, dulzura, sencillez y luz. Al contrario, lo que viene del espíritu del mal acarrea tristeza, desconcierto, inquietud, agitación, confusión y  tinieblas. Entre todas esas señales de buen y mal espíritu, la más característica es la que se refiere a la paz. Algunas inspiraciones de la gracia, cuando nos atañen, pueden chocar en nosotros con resistencias más o menos conscientes. Pero cuando una inspiración viene realmente de Dios y hacemos callar nuestros temores aceptándola de todo corazón, entonces la paz nos inunda inevitablemente.

Subrayemos, pues, este punto importante: Una inspiración divina puede desconcertarnos en un primer momento, pero en la medida en que no la rechacemos, sino que nos abramos a ella y la aceptamos, poco a poco nos infundirá la paz.

 

 

 

 

SIGNOS COMPLEMENTARIOS: CONSTANCIA Y HUMILDAD.

Una de las características del Espíritu de Dios es la constancia. En cambio, lo que viene de nuestra carne o del espíritu malo es inestable y variable: nos empuja en una dirección, luego en otra. También nos seduce con otro proyecto que consideramos mejor, con objeto de apartarnos  del primero. Es conveniente no obedecer a una inspiración con demasiada rapidez (sobre todo en temas importantes) con el fin de comprobar que no desaparece completamente al cabo de cierto tiempo, lo que será una prueba de que proviene de Dios.

Otra característica del Espíritu de Dios consiste en que, al iluminarnos e impulsarnos a actuar, imprime en el alma una profunda humildad. Nos hace obrar el bien de tal modo que nos sintamos felices al hacerlo, pero sin presunción, sin vanagloria ni autosatisfacción. Percibimos claramente que el bien que realizamos no viene de nosotros mismos, sino que viene de Dios. Esta auténtica humildad no aparece en él que actúa por impulso de su carne o del demonio.

En conclusión, podemos decir que las inspiraciones divinas se reconocen en esto: nos infunden paz, no son variables, e imprimen en nosotros sentimientos de humildad.

 

¿ES SIEMPRE LA VOLUNTAD DE DIOS LO QUE MÁS CUESTA?

No debemos tomar esto como una ley sistemática. Eso nos haría caer en un voluntarismo ascético exagerado que no tiene nada que ver con la libertad del Espíritu Santo. Al contrario, es ese tipo de pensamiento que insinúa el demonio para desalentarnos y alejarnos de Dios.

Dios es un Padre, ciertamente exigente como todo buen padre que ama al hijo y nos invita a darle todo, pero no es un verdugo. No tiene por objeto complicarnos la vida, sino simplificárnoslas. La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Aunque en ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, sobre todo al principio, cumplirla con amor acaba por llenarnos de gozo, y se puede decir que existe un auténtico pacer en llevar a cabo el bien que Dios nos inspira.

 

Jacques PHILIPPE.