jueves, 27 de marzo de 2014

VIA CRUCIS.

                                               G E T S E M A N I


                                                           I

(Tristis est anima mea )

            La tristeza doblaba
Las ramas de los olivos,
Oprimiendo la tierra
Y a un hombre postrado en la tierra :
Cuanta angustia en su pecho.
                                   Acongojado,
No puede mantenerse en pie,
Tiembla arrodillado y doblegado
Por la soledad,
Y a pesar del relente de la noche
Suda copiosamente,
Un sudor de sangre que empapa el suelo :
Es un grito silencioso que nadie oye.

            Rebelarse quisiera frente a la injusticia
Que en la nocturnidad se trama,
Cuyo rumor nadie oye, solo la victima,
Solo él.           
                                               Solo,
Sin nadie que le acompañe,
Sus amigos se quedaron dormidos.
Cuánta tristeza en un alma justa,
En el abandono de muchos,
La indiferencia de otros
Y el odio que le persigue, porque es un hombre bueno.

La noche se enciende de ojos
Fosforescentes, como de chacales :
De canes salvajes que husmean su presa,
Desnudo en su inocencia,
Indefenso.

            Qué tristeza en los olivos
Y en el aire y en la noche y en el alma
De un hombre solo.
Qué tristeza en el centro del mundo.
Y, nosotros, dormidos.

            Quien fuera capaz de oír el grito
De un hombre postrado en el suelo,
En el polvo de todas las tierras, en el barro de todas las calles :
En medio de los que trafican,
De los que hacen sus componendas ;
De los que venden armas,
De los que venden drogas,
De los que comercian con el hambre, el dolor y la miseria ;
De los que se enriquecen con la inocencia
Prostituida,
Con los vencidos,
Con los débiles.

            La noche se puebla de ojos que lloran
De los niños famélicos de hinchados vientres,
Y de las madres de flácidos senos que no pueden
Saciar su hambre.
Las lágrimas de los que sufren
Son un torrente inmenso
Que lo inunda todo.
Y es sudor de sangre de un hombre solo,
Hundido en la angustia, la soledad y el sufrimiento,
Porque es victima de la injusticia ;
De todas las injusticias de todos los tiempos.
Postrado en tierra, golpes en sus espaldas
La tristeza que dobla las ramas de los olivos.
Y, nosotros, durmiendo.


                                               II

(Transeat a me cáliz iste)

En la noche cósmica,
En el silencio supremo del abandono,
En la opresión angustiosa de la injusticia,
Un ángel de luto le ofrece una copa.
Es la copa rebosante de todos los malos,
De las maldades humanas.
La copa del dolor del pueblo indefenso
                                               Que marcha al exterminio,
Desbocados los terribles caballos negros de la muerte ;
La sangre de los mártires y de los justos
Y de los pobres que ignoran por qué mueren ;
Es la copa del horror de los abrasados
Por el fuego atómico ;
De los que murieron aplastados bajo las cadenas
De los carros de combate ;
De los que fueron segados por las ráfagas
Del fusilamiento ;
Del dolor de los ojos inocentes y puros
De sus pequeñuelos que miran sin comprender,
Con una mirada vacía, que no le reconocen
A Él, que sufre por ellos,
Porque fueron privados de la luz de la verdad.
            El cáliz del ángel enlutado está dispuesto a beber,
En medio de las risas
De las hienas que lo rodean ,
De los canes que lo acechan ;
Risas de burla, rabiosas, de dientes relucientes ;
Risas histéricas, estridentes, horrorosas ;
Risas de odio porque le creen vencido ;
Risas de los triunfadores inicuos de todos los tiempos
Sobre sus victimas ;
Risas que son muecas espantosas,
Sin alegría,
De los poderosos de la tierra,
Que no descansan porque siempre apetecen más.

            En medio del clamor
De las risas y de los llantos y de los rumores de la conjura,
Un hombre solo, en el polvo,
Dispuesto a apurar el cáliz de amargura.
Y, nosotros, durmiendo..


                                                           III

(Ego sum).

            Se han serenado los cielos,
El tiempo se ha quedado en suspenso :
 En medio de los olivos  del silencio
Un hombre en pie, erguido
Sobre la tierra,
Un hombre solo.

            Porque ha asumido el dolor
Y ha aceptado la muerte :
Porque se levanta frente a la injusticia
Y abraza su destino,
Un hombre en la plenitud de su dignidad.
Él es nuestro valedor, ahora podemos dormir.

            En el fondo de las tinieblas
El  murmuro de la conjura,
El ruido apagado de los esbirros,
De las espadas y de los garrotes
Y la luz de las linternas que perforan la oscuridad.

            Sabe que se acercan,
Que vienen a buscarle para darle muerte,
Que va a ser entregado por el traidor.


Cuando los oye que llegan con pasos furtivos,
Envalentonados por el número, las espadas y los garrotes,
Les sale al encuentro,
Pacífico, solo y desarmado,
Con su sola dignidad de hombre
Que ha triunfado de la angustia  :
                                               Yo soy.
(La turba confundida cae en tierra,
Nosotros, despavoridos, salimos huyendo.)

                                                                                  Málaga julio 1990.



                                   E C C E   H O M O


           
Hay un hombre inocente
Ante el Tribunal inicuo
Que lo va a juzgar.
No tiene valedores,
Ni quien lo defienda.
Viene con la sola verdad de sus palabras :
Qué poca defensa es la verdad
Ante los jueces prevaricadores.

No miran la ley y la justicia,
Están atentos a su sola conveniencia :
Qué poca cosa es la inocencia
Cuando se desprecia la verdad.

            Temerosos de la luz del día
Han juzgado en las tinieblas de la noche,
A la hora en que se traman todas las infamias :
En las tinieblas fraguaron la conjura
Que lo llevará al suplicio.

            Un hombre inocente
En la desnudez de su humanidad ultrajada :
Un hombre condenado
Al que no se le encontró delito.
Sobre la burla de sus derechos
Los inicuos han reanudado sus relaciones
Poniendo fin a sus rencillas,
Ellos que ignoran la amistad.
La inocencia de la victima no les importa,
Han preferido volver a sus complicidades,
Pretendiendo con la muerte del justo
Salvar al pueblo.
Las prebendas, las haciendas y arrogancias
Son los motivos inconfesados
De los inicuos salvadores de los pueblos.

            El magistrado que juzga
Con la sabiduría jurídica del pueblo romano,
Le declaró inocente  :
Pero por cobardía y conveniencia
Ha pronunciado sobre El una condena que no merece,
Declarando ignorar qué es la verdad.
Qué molesta es la verdad
Para el prepotente, el soberbio y el altivo,
Y para el juez prevaricador.

            A través de todos los tiempos
Perdura la sentencia injusta,
Porque todos somos prevaricadores,
Todos :
Los que cerramos los ojos
Por egoísmo o cobardía,
Aceptando como verdad la mentira
O sonriendo a la mentira del poderoso ;
Y los que doblamos las espaldas reverentes,
Y los que aplaudimos sus ocurrencias,
Y los que callamos atemorizados,
Todos.
Dictamos sentencia injusta.
Nosotros,
Los hipócritas y sumisos
Que esperamos la dádiva,
Los que no nos comprometemos
Pretendiendo pasar desapercibidos,
Para disfrutar escondidos y en silencio
De nuestra posición y beneficios.

            El magistrado injusto
Conociendo la verdad de su sentencia inicua,
Quiere aliviar su conciencia
Apelando a la piedad del pueblo,
Para que indulte al reo
Que él, obligado en justicia, no quiso absolver
Implicando a todos en la condena
Cuando la iniquidad del fallo
Añade la acción de los corruptos
Que intenta corromper a los otros,
Para hacerlos cómplices de sus maldades.
           
Escupido, llagado, flagelado,
Ha sido presentado ante las turbas :
Es objeto de burlas y del odio
Azuzado por los manipuladores.

            Lleva los atributos de su realeza
Que la crueldad ha convertido
En corona de espina y cetro de caña.
Es rechazado porque el silencio acusa,
Porque es espejo de sus conciencias ;
No viéndole quisieran evitar los remordimientos
Que les impiden gozar de sus delitos :
Qué molesta es la presencia de los inocentes,
Qué terrible acusación el silencio  de los justos.

            Un hombre inocente,
Victima entre todas las victimas,
Ante todos los que lo condenan,
Ante todos nosotros,
Al que no pudieron despojarle de su dignidad real :
Un hombre que sufre la condena injusta,
En silencio,
Por acatar las voluntad del Padre.



                                                                       Málaga, 17 de octubre 1990




                                   V I A   D O L O R O S A

Ha caído al suelo
Agobiado
Bajo el peso del madero.
Un madero enorme,
Es el peso del mundo.

Le pusieron sobre sus hombros
Y sus brazos lo rodean afanosamente,
Pero sus fuerzas flaquean
Y no lo puede llevar.

Ha caído al suelo,
En el polvo ;
Es la tercera vez.
Blasfeman los sayones,
Las turbas gritan despiadadas,
Los soldados, indiferentes,
Esperan apoyados en las lanzas
Las mujeres lloran.

Hijas de Jerusalén
Que habéis encontrado al Amado
--en qué estado—
Llorad por vosotras,
Llorad por nosotros
Llorad :
Por los inicuos
Y por los que nos creemos justos,
Porque sus maldades
Y nuestras complicidades
Han creado una máquina
Con dientes de hierro,
Que nos triturará  todos.
.
Como uvas en el lagar
Serán nuestras vidas ;
Como mosto viscoso
Correrá nuestra sangre
Por la redondez de la tierra.

Temen los sayones que el reo fallezca,
No es así como debe morir,
Su muerte ha de ser una muerte legal :
La establecida en la condena,
La decretada antes de todos los tiempos,
La que previeron  los profetas,
La que se reserva al Rey.

Le ayudan los esbirros a levantarse,
No es la compasión la que los mueve,
Sino el deseo de taladrar sus pies y sus manos
Clavados
En el madero.

Los soldados, indiferentes ;
La Ciudad, indiferente ;
Atrancados postigos y ventanas,
Escondidos sus moradores
Temiendo pongan en sus hombros
Aquella pesada carga,
Como ocurrió a Simón de Cirene.
Ciega y sorda la Ciudad,
Desiertas sus calles y plazas,
Cerrados los recintos de justicia
De los palacios de David.

Simón ha cargado con el leño,
Resuenan las voces de mando,
Se pone en marcha el cortejo,
Restallan los látigos,
Aumentan los gritos,
Arrecian las voces,
Lloran las mujeres sin consuelo.

Salen por la Puerta judiciaria,
Jerusalén queda desierta,
Sola en sus murallas de piedra,
Nostalgia en sus calles y plazas,
Aguardando la hora del juicio,
La hora de su ruina,
Porque ha ignorado el momento
De su visitación.



                                               C O N S U M A T U M   E S T

Ha muerto
Clavado,
Desnudo,
Expoliado,
Abandonado.

Elí, Elí,
Lamma sabactaní.

Has muerto
Fuera de las murallas,
Entre los malhechores,
En la cumbre del  mundo.

¡Cuántos muertos olvidados!
En los mares,
En la tierra,
En las  minas,
En los hielos árticos
Y en las arenas ardientes,
En las esquinas de cualquier ciudad.

El fuego de la explosión
Les heló la sangre,
El hambre
Vació sus estómagos,
El hierro
Cercenó sus cabezas.
¡ Cuantos muertos  en el olvido!

-         Elí, Elí,
-         Lamma sabactaní.

Tuviste sed
Y bebiste hiel,
Te arrebataron la túnica
Y se la jugaron a los dados,
Te quedaba tu Madre
Y nos la diste a nosotros.

Estabas desnudo
Frente a tu Ciudad,
Entre la tierra y el cielo,
Clavado
En el madero.

¡Cuánto dolor en la tierra ;
Que oscuridad en el cielo ¡

Con tus ojos anublados
Viste llegar las tinieblas
Y en la soledad de tu muerte
Has gritado

- Elí, Elí,
- Lamma sabactani.

En medio del odio
De los que te rodean,
Que de ti se burlan
Y mueven sus cabezas ;
En el suplicio,
Tú,
Abres los brazos
Entregas tu cuerpo,
Ofreces tu sangre,
Sacerdote eterno
Victima inocente
Perdonas muriendo.

Todo se ha consumado,
Has  muerto.
Las tinieblas oscurecen el mundo,
La tierra se hunde en la noche
Y tiembla el firmamento.

No eres un vencido,
Tú triunfas sobre la muerte,
Sobre la maldad humana,
Elevado sobre la tierra
Lo atraes todo hacia Ti.

Estás triunfando en tu trono,
Extiendes tu heredad hasta las islas,
Muriendo en la cruz has vencido
Al Príncipe de este Mundo.

Hay una luz en tu rostro,
La que iluminó al bandido,
Es la verdad trascendente
Que  percibió el soldado,
Aquél que con su lanza
Te traspasó el costado.
Es la luz de tu rostro
En las tinieblas que oscurecen la tarde.

Se ha rasgado el velo del Templo,
Se han abierto los ojos de muchos,
Los que andaban en las tinieblas han visto
Una gran luz.
Sobre la Ciudad cae la noche,
En el mundo un hombre muere.

El la oscuridad una luz se enciende,
Se rasga el velo de las apariencias.
Nuestros ojos se abren al día,
Percibimos tu muerte como un triunfo,
Entendemos tu agonía como ofrenda.

No me dejes, Señor, en la noche,
No me olvides, Señor, en la angustia,
No apagues la luz que me llega,
Ábreme a la esperanza
Que vuela sobre la muerte.
Rasga el velo de mis ojos
Que oscurece mi vista,
Para que yo también vea
Que solo Tú, Señor, eres
Camino, Verdad y Vida.

                                               AMEN.

                                                                                  Málaga, 1992.



                                                G E T S E M A N I


                                                           I

(Tristis est anima mea )

            La tristeza doblaba
Las ramas de los olivos,
Oprimiendo la tierra
Y a un hombre postrado en la tierra :
Cuanta angustia en su pecho.
                                   Acongojado,
No puede mantenerse en pie,
Tiembla arrodillado y doblegado
Por la soledad,
Y a pesar del relente de la noche
Suda copiosamente,
Un sudor de sangre que empapa el suelo :
Es un grito silencioso que nadie oye.

            Rebelarse quisiera frente a la injusticia
Que en la nocturnidad se trama,
Cuyo rumor nadie oye, solo la victima,
Solo él.           
                                               Solo,
Sin nadie que le acompañe,
Sus amigos se quedaron dormidos.
Cuánta tristeza en un alma justa,
En el abandono de muchos,
La indiferencia de otros
Y el odio que le persigue, porque es un hombre bueno.

La noche se enciende de ojos
Fosforescentes, como de chacales :
De canes salvajes que husmean su presa,
Desnudo en su inocencia,
Indefenso.

            Qué tristeza en los olivos
Y en el aire y en la noche y en el alma
De un hombre solo.
Qué tristeza en el centro del mundo.
Y, nosotros, dormidos.

            Quien fuera capaz de oír el grito
De un hombre postrado en el suelo,
En el polvo de todas las tierras, en el barro de todas las calles :
En medio de los que trafican,
De los que hacen sus componendas ;
De los que venden armas,
De los que venden drogas,
De los que comercian con el hambre, el dolor y la miseria ;
De los que se enriquecen con la inocencia
Prostituida,
Con los vencidos,
Con los débiles.

            La noche se puebla de ojos que lloran
De los niños famélicos de hinchados vientres,
Y de las madres de flácidos senos que no pueden
Saciar su hambre.
Las lágrimas de los que sufren
Son un torrente inmenso
Que lo inunda todo.
Y es sudor de sangre de un hombre solo,
Hundido en la angustia, la soledad y el sufrimiento,
Porque es victima de la injusticia ;
De todas las injusticias de todos los tiempos.
Postrado en tierra, golpes en sus espaldas
La tristeza que dobla las ramas de los olivos.
Y, nosotros, durmiendo.


                                               II

(Transeat a me cáliz iste)

En la noche cósmica,
En el silencio supremo del abandono,
En la opresión angustiosa de la injusticia,
Un ángel de luto le ofrece una copa.
Es la copa rebosante de todos los malos,
De las maldades humanas.
La copa del dolor del pueblo indefenso
                                               Que marcha al exterminio,
Desbocados los terribles caballos negros de la muerte ;
La sangre de los mártires y de los justos
Y de los pobres que ignoran por qué mueren ;
Es la copa del horror de los abrasados
Por el fuego atómico ;
De los que murieron aplastados bajo las cadenas
De los carros de combate ;
De los que fueron segados por las ráfagas
Del fusilamiento ;
Del dolor de los ojos inocentes y puros
De sus pequeñuelos que miran sin comprender,
Con una mirada vacía, que no le reconocen
A Él, que sufre por ellos,
Porque fueron privados de la luz de la verdad.
            El cáliz del ángel enlutado está dispuesto a beber,
En medio de las risas
De las hienas que lo rodean ,
De los canes que lo acechan ;
Risas de burla, rabiosas, de dientes relucientes ;
Risas histéricas, estridentes, horrorosas ;
Risas de odio porque le creen vencido ;
Risas de los triunfadores inicuos de todos los tiempos
Sobre sus victimas ;
Risas que son muecas espantosas,
Sin alegría,
De los poderosos de la tierra,
Que no descansan porque siempre apetecen más.

            En medio del clamor
De las risas y de los llantos y de los rumores de la conjura,
Un hombre solo, en el polvo,
Dispuesto a apurar el cáliz de amargura.
Y, nosotros, durmiendo..


                                                           III

(Ego sum).

            Se han serenado los cielos,
El tiempo se ha quedado en suspenso :
 En medio de los olivos  del silencio
Un hombre en pie, erguido
Sobre la tierra,
Un hombre solo.

            Porque ha asumido el dolor
Y ha aceptado la muerte :
Porque se levanta frente a la injusticia
Y abraza su destino,
Un hombre en la plenitud de su dignidad.
Él es nuestro valedor, ahora podemos dormir.

            En el fondo de las tinieblas
El  murmuro de la conjura,
El ruido apagado de los esbirros,
De las espadas y de los garrotes
Y la luz de las linternas que perforan la oscuridad.

            Sabe que se acercan,
Que vienen a buscarle para darle muerte,
Que va a ser entregado por el traidor.


Cuando los oye que llegan con pasos furtivos,
Envalentonados por el número, las espadas y los garrotes,
Les sale al encuentro,
Pacífico, solo y desarmado,
Con su sola dignidad de hombre
Que ha triunfado de la angustia  :
                                               Yo soy.
(La turba confundida cae en tierra,
Nosotros, despavoridos, salimos huyendo.)

                                                                                  Málaga julio 1990.



                                   E C C E   H O M O


           
Hay un hombre inocente
Ante el Tribunal inicuo
Que lo va a juzgar.
No tiene valedores,
Ni quien lo defienda.
Viene con la sola verdad de sus palabras :
Qué poca defensa es la verdad
Ante los jueces prevaricadores.

No miran la ley y la justicia,
Están atentos a su sola conveniencia :
Qué poca cosa es la inocencia
Cuando se desprecia la verdad.

            Temerosos de la luz del día
Han juzgado en las tinieblas de la noche,
A la hora en que se traman todas las infamias :
En las tinieblas fraguaron la conjura
Que lo llevará al suplicio.

            Un hombre inocente
En la desnudez de su humanidad ultrajada :
Un hombre condenado
Al que no se le encontró delito.
Sobre la burla de sus derechos
Los inicuos han reanudado sus relaciones
Poniendo fin a sus rencillas,
Ellos que ignoran la amistad.
La inocencia de la victima no les importa,
Han preferido volver a sus complicidades,
Pretendiendo con la muerte del justo
Salvar al pueblo.
Las prebendas, las haciendas y arrogancias
Son los motivos inconfesados
De los inicuos salvadores de los pueblos.

            El magistrado que juzga
Con la sabiduría jurídica del pueblo romano,
Le declaró inocente  :
Pero por cobardía y conveniencia
Ha pronunciado sobre El una condena que no merece,
Declarando ignorar qué es la verdad.
Qué molesta es la verdad
Para el prepotente, el soberbio y el altivo,
Y para el juez prevaricador.

            A través de todos los tiempos
Perdura la sentencia injusta,
Porque todos somos prevaricadores,
Todos :
Los que cerramos los ojos
Por egoísmo o cobardía,
Aceptando como verdad la mentira
O sonriendo a la mentira del poderoso ;
Y los que doblamos las espaldas reverentes,
Y los que aplaudimos sus ocurrencias,
Y los que callamos atemorizados,
Todos.
Dictamos sentencia injusta.
Nosotros,
Los hipócritas y sumisos
Que esperamos la dádiva,
Los que no nos comprometemos
Pretendiendo pasar desapercibidos,
Para disfrutar escondidos y en silencio
De nuestra posición y beneficios.

            El magistrado injusto
Conociendo la verdad de su sentencia inicua,
Quiere aliviar su conciencia
Apelando a la piedad del pueblo,
Para que indulte al reo
Que él, obligado en justicia, no quiso absolver
Implicando a todos en la condena
Cuando la iniquidad del fallo
Añade la acción de los corruptos
Que intenta corromper a los otros,
Para hacerlos cómplices de sus maldades.
           
Escupido, llagado, flagelado,
Ha sido presentado ante las turbas :
Es objeto de burlas y del odio
Azuzado por los manipuladores.

            Lleva los atributos de su realeza
Que la crueldad ha convertido
En corona de espina y cetro de caña.
Es rechazado porque el silencio acusa,
Porque es espejo de sus conciencias ;
No viéndole quisieran evitar los remordimientos
Que les impiden gozar de sus delitos :
Qué molesta es la presencia de los inocentes,
Qué terrible acusación el silencio  de los justos.

            Un hombre inocente,
Victima entre todas las victimas,
Ante todos los que lo condenan,
Ante todos nosotros,
Al que no pudieron despojarle de su dignidad real :
Un hombre que sufre la condena injusta,
En silencio,
Por acatar las voluntad del Padre.



                                                                       Málaga, 17 de octubre 1990




                                   V I A   D O L O R O S A

Ha caído al suelo
Agobiado
Bajo el peso del madero.
Un madero enorme,
Es el peso del mundo.

Le pusieron sobre sus hombros
Y sus brazos lo rodean afanosamente,
Pero sus fuerzas flaquean
Y no lo puede llevar.

Ha caído al suelo,
En el polvo ;
Es la tercera vez.
Blasfeman los sayones,
Las turbas gritan despiadadas,
Los soldados, indiferentes,
Esperan apoyados en las lanzas
Las mujeres lloran.

Hijas de Jerusalén
Que habéis encontrado al Amado
--en qué estado—
Llorad por vosotras,
Llorad por nosotros
Llorad :
Por los inicuos
Y por los que nos creemos justos,
Porque sus maldades
Y nuestras complicidades
Han creado una máquina
Con dientes de hierro,
Que nos triturará  todos.
.
Como uvas en el lagar
Serán nuestras vidas ;
Como mosto viscoso
Correrá nuestra sangre
Por la redondez de la tierra.

Temen los sayones que el reo fallezca,
No es así como debe morir,
Su muerte ha de ser una muerte legal :
La establecida en la condena,
La decretada antes de todos los tiempos,
La que previeron  los profetas,
La que se reserva al Rey.

Le ayudan los esbirros a levantarse,
No es la compasión la que los mueve,
Sino el deseo de taladrar sus pies y sus manos
Clavados
En el madero.

Los soldados, indiferentes ;
La Ciudad, indiferente ;
Atrancados postigos y ventanas,
Escondidos sus moradores
Temiendo pongan en sus hombros
Aquella pesada carga,
Como ocurrió a Simón de Cirene.
Ciega y sorda la Ciudad,
Desiertas sus calles y plazas,
Cerrados los recintos de justicia
De los palacios de David.

Simón ha cargado con el leño,
Resuenan las voces de mando,
Se pone en marcha el cortejo,
Restallan los látigos,
Aumentan los gritos,
Arrecian las voces,
Lloran las mujeres sin consuelo.

Salen por la Puerta judiciaria,
Jerusalén queda desierta,
Sola en sus murallas de piedra,
Nostalgia en sus calles y plazas,
Aguardando la hora del juicio,
La hora de su ruina,
Porque ha ignorado el momento
De su visitación.



                                               C O N S U M A T U M   E S T

Ha muerto
Clavado,
Desnudo,
Expoliado,
Abandonado.

Elí, Elí,
Lamma sabactaní.

Has muerto
Fuera de las murallas,
Entre los malhechores,
En la cumbre del  mundo.

¡Cuántos muertos olvidados!
En los mares,
En la tierra,
En las  minas,
En los hielos árticos
Y en las arenas ardientes,
En las esquinas de cualquier ciudad.

El fuego de la explosión
Les heló la sangre,
El hambre
Vació sus estómagos,
El hierro
Cercenó sus cabezas.
¡ Cuantos muertos  en el olvido!

-         Elí, Elí,
-         Lamma sabactaní.

Tuviste sed
Y bebiste hiel,
Te arrebataron la túnica
Y se la jugaron a los dados,
Te quedaba tu Madre
Y nos la diste a nosotros.

Estabas desnudo
Frente a tu Ciudad,
Entre la tierra y el cielo,
Clavado
En el madero.

¡Cuánto dolor en la tierra ;
Que oscuridad en el cielo ¡

Con tus ojos anublados
Viste llegar las tinieblas
Y en la soledad de tu muerte
Has gritado

- Elí, Elí,
- Lamma sabactani.

En medio del odio
De los que te rodean,
Que de ti se burlan
Y mueven sus cabezas ;
En el suplicio,
Tú,
Abres los brazos
Entregas tu cuerpo,
Ofreces tu sangre,
Sacerdote eterno
Victima inocente
Perdonas muriendo.

Todo se ha consumado,
Has  muerto.
Las tinieblas oscurecen el mundo,
La tierra se hunde en la noche
Y tiembla el firmamento.

No eres un vencido,
Tú triunfas sobre la muerte,
Sobre la maldad humana,
Elevado sobre la tierra
Lo atraes todo hacia Ti.

Estás triunfando en tu trono,
Extiendes tu heredad hasta las islas,
Muriendo en la cruz has vencido
Al Príncipe de este Mundo.

Hay una luz en tu rostro,
La que iluminó al bandido,
Es la verdad trascendente
Que  percibió el soldado,
Aquél que con su lanza
Te traspasó el costado.
Es la luz de tu rostro
En las tinieblas que oscurecen la tarde.

Se ha rasgado el velo del Templo,
Se han abierto los ojos de muchos,
Los que andaban en las tinieblas han visto
Una gran luz.
Sobre la Ciudad cae la noche,
En el mundo un hombre muere.

El la oscuridad una luz se enciende,
Se rasga el velo de las apariencias.
Nuestros ojos se abren al día,
Percibimos tu muerte como un triunfo,
Entendemos tu agonía como ofrenda.

No me dejes, Señor, en la noche,
No me olvides, Señor, en la angustia,
No apagues la luz que me llega,
Ábreme a la esperanza
Que vuela sobre la muerte.
Rasga el velo de mis ojos
Que oscurece mi vista,
Para que yo también vea
Que solo Tú, Señor, eres
Camino, Verdad y Vida.

                                               AMEN.

                                                                                  Málaga, 1992.



domingo, 23 de marzo de 2014

LA MEDITACIÓN.


 

Hay dos diferentes visiones acerca del objetivo de la meditación

Algunas veces se subraya su naturaleza reflexiva y se la considera como un medio para formarse una idea de Dios, de la vida humana de su Hijo, de las verdades surnaturales, para formar convicciones, las cuales son la fuente principal de nuestra vida espiritual. En otra ocasiones se subordina la reflexión a la producción de afectos, y se tiende, sobre todo, a los actos que se han de hacer.

Podría decirse que el primer punto de vista la ve como una tarea de la cabeza, mientras el segundo la considera como una labor del corazón. Este contraste es demasiado violento. Aunque las reflexiones, teóricamente hablando, son distintas en absoluto de los afectos, en la práctica, sin embargo, no pueden separarse tan fácilmente.

Nadie puede poner en duda el valor de la reflexión sistemática para la formación de la vida espiritual, pero hay muchas almas que encuentran tal dificultad en perseverar en ella que corren el peligro de abandonar el ejercicio sin sustituirlo  por otro. Para disminuir ese peligro hacemos hincapié en el aspecto afectivo de la oración mental e  insistimos al mismo tiempo en la importancia de la lectura espiritual. Estas dos recomendaciones se han de tomar en conjunto; ambas son partes indispensables de un plan único que consiste en combatir la tendencia a la concentración. Además, insistimos en que la meditación, en el sentido de un pensamiento informal y frecuentemente espontáneo acerca de asuntos espirituales, durante el curso del día, no se ha de abandonar nunca. Y en segundo lugar, que el alma ha de estar siempre dispuesta a utilizar consideraciones formales, siempre y cuando cese de haber facilidad para la formación de actos.

La oración mental y la lectura espiritual (o sus equivalentes) son, normalmente, esenciales para una vida espiritual saludable. La lectura espiritual y la consiguiente reflexión informal a la cual conduce, sirven para la formación de aquellas ideas y convicciones que se intentan con la meditación sistemática.

Puede venir un momento en que ni la consideración, ni los afectos son posibles en la oración, y la aridez y las distracciones son tales que sentimos la necesidad de una ayuda. Santa Teresa se encontró incapaz de orar sin un libro durante más de catorce años. Sin embargo han de tener cuidado en no pasarse todo el tiempo de la oración en mera lectura, sino que han de hacer frecuentes pausas, bien para intentar producir algunos afectos, con palabras o sin ellas, bien para permitir el desarrollo de algún afecto que se haya podido producir por la lectura. Aunque no se haga más que una pausa para murmurar solamente el nombre de Jesucristo o el de su Santísima Madre, podemos estar muy satisfechos con esos intentos de oración.

 

Eugène BOYLAN

Dificultades en la oración mental.