domingo, 28 de septiembre de 2014

DESATAR EN LA TIERRA


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El otro día, un periodista me hizo una curiosa pregunta: “¿Incluso usted tiene que confesarse? –Sí, me confieso cada semana. “Entonces Dios tiene que ser muy exigente si hasta usted tiene que confesarse.” – Seguro que su hijo a veces se equivoca. Y ¿qué ocurre cuando viene y le dice : Papá, lo siento?, ¿qué hace usted?  Lo rodea con sus brazos y lo besa. ¿Por qué? Pues porque esa es su manera de decirle que le ama.
Dios hace lo mismo. Nos ama tiernamente. Por lo tanto, cuando pecamos o cometemos un error, lo que debemos hacer es servirnos de eso para acercarnos más a Dios. Digámosle humildemente : “Sé que no debería haber hecho esto, pero incluso esta falta te la ofrezco”. Si hemos pecado o cometido un error, digámosle : “lo siento, me arrepiento” Dios es un Padre que perdona. Su clemencia es mayor que nuestros pecados. Él nos perdonará.
 
Beata Teresa DE CALCUTA.
 

viernes, 26 de septiembre de 2014

LA CRUZ.


 
La cruz en sí misma era un instrumento de ejecución especialmente cruel que buscaba acrecentar el dolor del condenado y humillarle. En el Imperio romano se la consideraba como la forma más vergonzosa de ejecución. No es extraño que en los inicios de la predicación apostólica, como relata san Pablo, muchos se resistieran a creer en Jesucristo por cómo había muerto.

Hoy descubrimos la cruz de otra manera, porque en ella se nos revela el amor que Cristo nos tiene y que le ha llevado a entregar su vida por nosotros. No es fácil entrar en este misterio y, si podemos llegar a amarla, es porque contemplamos al Crucificado: entonces la descubrimos como instrumento de salvación.

Los judíos, en el desierto  vieron prefigurado el misterio de la cruz. Quienes había sido mordido por las serpientes (el pecado) podían curarse mirando a la serpiente de bronce que Moisés colocó en el estandarte. No podían librarse del veneno, pero Dios, sí que podía  liberarlos con mirar la serpiente elevada, con fe y descubriendo la misericordia de Dios.

La cruz, por tanto, nos habla de cómo nos ama Dios, de hasta dónde llega su amor, de todo lo que ha estado dispuesto a hacer por nuestra salvación, y sigue haciendo renovándolo en el sacrificio de la Misa.

 

David AMADO FERNÁNDEZ

 

 

domingo, 21 de septiembre de 2014

OTRA VISTA SOBRE EL TRABAJO.


 

El Señor no cesa en ningún momento de enviar obreros para cultivar su viña: por medio de los patriarcas, luego de los doctores de la ley y los profetas, y por último, de los apóstoles, trabajaba, en cierto modo, cultivando su viña por medio de sus trabajadores. Los obreros de esta viña han sido todos aquellos que han unido a una fe recta, las buenas obras.

Los trabajadores del principio del día, hasta los de la novena representan pues, el antiguo pueblo hebreo, que se dedicó desde el comienzo del mundo a dar culto a Dios con una fe recta y que no ha cesado de trabajar el cultivo de la vid. Pero a la undécima hora, son llamados los paganos, y es a ellos a quienes están destinadas estas palabras :¿Por qué habéis estado allí toda la jornada sin hacer nada? Pues, a lo largo de mucho tiempo, los paganos han descuidado el trabajo para la vida eterna, pasando toda la jornada sin hacer nada. A la pregunta que se les plantea, responden: Porque nadie nos ha contratado ,que quiere decir: "Nadie nos ha predicado el camino de la vida”. Pero nosotros ¿qué excusa pondremos si no hacemos buenas obras? Recordemos que para nosotros, al mismo tiempo que la leche materna, las ubres de la Santa Iglesia nos han alimentados de la doctrina celestial.

 

San GRAGORIO MAGNO

(540  -  604).

 

EL TRABAJO.


 
La parábola de los jornaleros contratados a primera y ´última hora suscita en nosotros muchos pensamientos. En primer lugar, la necesidad que tiene toda persona de encontrar su misión en el mundo. Ciertamente nos damos cuenta de que no estamos en la tierra sólo para pasar la vida, sino que necesitamos descubrir la tarea que se nos encomienda. Podemos imaginarnos la alegría de todos aquellos jornaleros al ser contratados a primera hora. Pudiendo contribuir con su esfuerzo, encontraban también sentido a su jornada.
Igualmente debió de ser grande  la alegría de los llamados a última hora, pero no podemos dejar de pensar en su angustia hasta ese momento, su incertidumbre y quizás también la propia pesadez de la propia pereza o de sentirse inútiles. El drama del paro que afecta a tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo nos ayuda a comprender mejor el bien que significa poder trabajar.
Pero la parábola nos lleva más lejos. El propietario representa a Dios. Vemos la mirada cargada de amor del propietario sobre cada uno, y especialmente la compasión mostrada a los últimos-¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Es como si al Señor le doliera más la inactividad de aquellas personas que la productividad de su viña. Así, bajo la imagen del trabajo, aparece la llamada del amor. Somos amados para poder amar y realizar así verdaderamente nuestra vida. Y este amor es verdaderamente constructivo. Lo que más aporta cada persona en su ida es el amor que da, y la gran tristeza es la de no poder llevar a cabo esa posibilidad.
 
David AMADO FERNÁNDEZ
 
 
 
 

jueves, 18 de septiembre de 2014

EL ÁRBOL Y SUS FRUTOS. LA VOCACIÓN (de cada uno) Y LA DEVOCIÓN.



Es menester acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular; ¿Sería razonable que el obispo quisiera vivir en la soledad como los cartujos? Y si los casados quisieran vivir en castidad como los capuchinos, y el artesano estuviese todo el día en la iglesia como los religiosos, ¿No sería esta devoción ridícula, desordenada e insufrible? Sin embargo, este desorden es demasiado frecuente.

No, la devoción nada echa a perder cuando es verdadera; al contrario, todo lo perfecciona, y cuando es contraria a la vocación de alguno es, sin la menor duda, falsa. La abeja, dice Aristóteles, saca su miel de las flores sin dañarlas y las deja frescas y enteras, según las encontró; pero la verdadera devoción todavía hace más, porque  no solo no causa perjuicio a vocación ni negocio alguno, sino que los adorna y embellece. Cada uno de nosotros se hace más agradable a Dios en su vocación cuando la acomoda a la devoción: el gobierno de la familia se hace más amoroso; el amor del marido y de la  mujer, más sincero; el servicio del jefe, más fiel; y todas las preocupaciones se vuelven más suaves y amables.

 

San FRANCISCO DE SALES

(1567  -  1622).

sábado, 13 de septiembre de 2014

DAR EL PRIMER PASO.

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Otro paso del arte de amar, quizá el más difícil que pone a prueba su autenticidad y su pureza, requiere ser el primero en amar, tomando siempre la iniciativa, sin esperar que el otro dé el primer paso.
Este modo de amar nos expone en primera persona, pero si queremos amar a imagen de Dios y desarrollar esta capacidad de amor que Dios nos ha puesto en el corazón, debemos actuar como Él, que no esperó a ser amado por nosotros, sino que nos ha demostrado siempre de mil maneras que él es el primero en amarnos, sea cual sea nuestra respuesta. Hemos sido creados como un don los unos para los otros, y realizamos este modo de ser comprometiéndonos por nuestros hermanos y hermanas con ese amor que precede a cualquier gesto de amor del otro.
 
CHIARA LUBICH
(1920  -  2008)

miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL GRANO DE TRIGO.


 Las proezas de los mártires, ornamento de la Iglesia en todo el mundo, nos hacen comprender que el Señor siente profundamente la muerte de los que lo aman. El precio de estas muertes es la muerte de uno solo. ¿Cuántos  muertos ha rescatado muriendo Él solo, ya que si no hubiese muerto, el grano de trigo no se hubiera multiplicado? Habéis  oído lo que dijo cuándo se acercaba a su pasión, cuando se acercaba nuestra redención: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, dará mucho fruto. Cuando su costado fue abierto por la lanza, salió sangre y agua, salió el precio del universo.

Los fieles y los mártires fueron rescatados; pero la fe de los mártires fue probada, su sangre es testimonio. Cristo ha dado su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos y en otro lugar: Si te sientas a la mesa de un poderoso, mira bien a quién tienes delante. Es una mesa espléndida donde comes con el amo del banquete que es Él mismo. Él es quien nos invita, Él mismo es la comida y la bebida. Los mártires prestaron atención a lo que comieron y bebieron para preparar luego lo mismo. Pero ¿Cómo podían imitar a su maestro si Él no les hubiera dado ejemplo primero? Esto es lo que nos recomienda el salmo que cantamos: El Señor siente profundamente la muerte de los que le aman.

San AGUSTÍN

(354  -  430).

sábado, 6 de septiembre de 2014

JESÚS, PIENSALO TU


Jesús a las almas:
¿Por qué os confundís agitándoos?
Dejad a mí la cura de vuestras cosas y todo se calmará.
En verdad os digo que cada acto de verdadero, ciego, y completo abandono en mí, produce el efecto
que deseáis y resuelve las situaciones espinosas.
Abandonarse a mí no significa atormentarse, trastornarse y desesperarse, volviendo luego a una oración
agitada para que yo os ayude, y cambiar así la agitación en oración.
Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, transferir el pensamiento de la tribulación,
y confiarse a mí para que sólo yo opere, diciendo: piénsalo tú.
Es contraria al abandono la agitación y el querer pensar en las consecuencias de un hecho.
Es como la confusión que traen los niños que pretenden que la mamá piense en sus necesidades, y
quieren pensarlas ellos, obstaculizando con sus ideas y sus fijaciones infantiles, su trabajo.
Cerrad los ojos y dejaos llevar por la corriente de mi gracia, cerrad los ojos y no pensad en el momento
presente, transfiriendo el pensamiento del futuro como de una tentación.
Reposad en mí creyendo en mi bondad, y os juro por mi amor que, diciéndome con estas disposiciones:

PIÉNSALO TÚ

yo lo pienso de lleno, os consuelo, os libero, os conduzco.
Y cuando debo llevaros por una vía diferente de aquella que veis vosotros, yo os adiestro, os llevo en
mis brazos haciéndoos hallar, como niños adormecidos en los brazos maternos, la otra orilla. Lo que os
trastorna y os hace daño inmenso es vuestro razonamiento, vuestro pensamiento, vuestro tormento, y el
querer a toda costa procuraros aquello que os aflige.
Cuantas cosas yo realizo cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como en aquellas
materiales, se vuelve a mí, me mira y diciéndome: piénsalo tú, cierra los ojos y reposa.
Obtenéis pocas gracias cuando os atormentáis por producirlas, tenéis muchísimas cuando la oración es
abandono pleno a mí. Vosotros en el dolor oráis para que yo realice, pero para que yo realice como
vosotros creéis...
No os dirigís a mí, sino queréis que yo me adapte a vuestras ideas; no sois enfermos que piden al
médico la atención, sino que se la sugieren. No hagáis así, sino orad como os he enseñado en el Padre:
Santificado sea tu nombre, esto es, sed glorificado en esta necesidad mía; venga a nosotros tu reino,
esto es, todo concurra a tu reino, en nosotros y en el mundo; hágase tu voluntad así en la tierra, como en
el cielo, esto es, dispón tú en esta necesidad como mejor te parezca para nuestra vida eterna y temporal.
Si me decís de veras: hágase tu voluntad, que es lo mismo que decir: piénsalo tú, yo intervengo con
toda mi omnipotencia y resuelvo las situaciones más cerradas. He aquí, ¿Tú ves que la enfermedad
apremia en vez de decaer?, no te agites, cierra los ojos y dime con confianza: Hágase tu voluntad,

PIENSALO TÚ.

Te digo que yo lo pienso y que intervengo como médico, y llevo a cabo un milagro cuando ocurre. ¿Tú
ves que el enfermo empeora?. No te trastornes, sino cierra los ojos y di: piénsalo tú. Te digo que yo lo
pienso, y que no hay medicina más potente que una intervención mía de amor. Lo pienso sólo cuando
cierras los ojos.
Vosotros sois insomnes, vosotros queréis evaluar todo, escudriñar todo, pensar en todo, y os abandonáis
así a las fuerzas humanas, o peor, a los hombres, confiando en su intervención.
Es ésto lo que obstaculiza , impide mis palabras y mis miradas. Oh, como yo deseo de vosotros este
abandono para beneficiaros, y ¡cómo me entristezco al veros agitados!. Satanás tiende precisamente a
ésto: a agitaros para apartaros de mi acción y arrojaros como una presa de las iniciativas humanas.
Confiad por eso sólo en mí, reposad en mí, abandonaos a mí en todo. Yo hago milagros en proporción
del pleno abandono en mí, y del ningún pensamiento vuestro; ¡ yo derramo tesoros de gracia cuando
vosotros estáis en la plena pobreza!
Si tenéis vuestros recursos, aunque pocos, o si los buscáis, estáis en el campo natural y seguís por lo
tanto el recorrido natural de las cosas, que es a menudo frecuentemente obstaculizado por Satanás.
Ningún razonador o ponderador ha hecho milagros, ni siquiera entre los Santos; opera divinamente
quien se abandona a Dios.
Cuando veas que las cosas se complican, di con los ojos del alma cerrados: Jesús, piénsalo tú. Y
distráete, porque tu mente es aguda... y para ti es difícil ver el mal y tener confianza en mí distrayéndote
de ti. Haz así para todas tus necesidades, haced así todos, y veréis grandes, continuos y silenciosos
milagros. Os lo juro por mi amor. Y yo lo pensaré, os lo aseguro.
Orad siempre con esta disposición de abandono y tendréis gran paz y gran fruto, incluso cuando yo os
concedo la gracia de la inmolación de reparación y de amor, que importa el sufrimiento.

¿Te parece imposible?.

Cierra los ojos y di con toda el alma:

JESÚS, PIENSALO TÚ

No temas, lo pensaré y bendecirás mi nombre.
Mil oraciones no valen un solo acto de abandono: recuérdalo bien. No hay novena más eficaz que esta:

OH JESÚS, ME ABANDONO EN TÍ
PIENSALO TÚ
 

DOLINDO ROTUOLO

miércoles, 3 de septiembre de 2014

LA GRANDEZA DE MARÍA.


La visita de María a Isabel trae el cielo a aquella casa. Lleva en su seno el Rey del cielo y su presencia comunica una alegría que es de Dios y llega hasta lo más profundo de quienes la rodean. Por eso Juan salta dentro de su madre.

La suya es una vida impulsada por Dios que enciende en su amor a cuantos la rodean. Sabe que cuanto le sucede viene de la misericordia de Dios y proclama la grandeza de Dios y su propia pequeñez. Lo que nos aparta de Dios es no querer morir a nuestro propio yo. Entonces aparece el pecado, que es una manera de querer realizar nuestra voluntad en lugar de la suya. Pero, en la medida en que queremos engrandecernos, empequeñecemos a Dios y, al final, nos encontramos con que nos hemos reducido a nosotros mismos. María, en cambio se alegra porque Dios ha  mirado la humillación de su esclava. Su grandeza viene de que ha dejado que Dios sea grande en ella. ¡Cuánto tenemos que aprender!
 
 
David AMADO FERNÁNDEZ