sábado, 29 de noviembre de 2014

SOBRE LA ORACIÓN DE PETICIÓN.


 

Observemos lo que el Señor dijo al ciego que se le acercó: ¿Qué quieres que haga por ti? El que tiene el poder de devolver la vista, ¿ignoraba lo que quería el ciego? Evidentemente, no. Pero desea que le pidamos cosas, aunque lo sepa de antemano y nos lo vaya a conceder. (pero en su tiempo).  Nos exhorta a pedir, incluso hasta ser molestos, el que afirma : Vuestro Padre celestial sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Si pregunta, es para que se le pida; si pregunta, es para impulsar nuestro corazón a la oración.

Lo que pide el ciego al Señor no es oro, sino luz: no le preocupa solicitar otra cosa que luz. Imitemos a este hombre. No pidamos al Señor ni riquezas engañosas, ni obsequios de la tierra, ni honores pasajeros, sino LUZ: no la luz circunscrita por el espacio, limitada por el tiempo, interrumpida por la noche, con la que compartimos la vista con los animales; pidamos esa luz que solo los ángeles ven como nosotros¸ que no tiene principio ni fin. El camino para llegar a esta luz es la fe. Por tanto¸ con razón el Señor responde inmediatamente al ciego que va a recobrar la luz: ¡Levántate ! tu fe te ha salvado.

 

San GREGORIO MAGNO

º(540  -  604)

 

jueves, 27 de noviembre de 2014

TRABAJA DE TUS MANOS.


 

Ya comías, ya bebáis o hagáis cualquier cosa, hacedlo todo a gloria de Dios. El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres para revelarles a Cristo y llevarlos hacia Dios Padre, consecuencia de la caridad que el Espíritu Santo derrama en las almas.  Entre las indicaciones que san Pablo hace a los Efesos sobre cómo debe manifestarse el cambio que ha supuesto en ellos su conversión, encontramos ésta: El que hurtaba, no hurte ya, antes bien, trabaje, ocupándose con sus manos en alguna tarea honesta, para tener con qué ayudar a quien tiene necesidad.

Los hombres tienen necesidad del pan de la tierra que sostenga sus vidas, y también del pan del cielo que ilumine y dé calor a sus corazones. Con vuestro trabajo mismo, con las iniciativas que se promuevan a partir de esa tarea, en vuestras conversaciones, en vuestro trato, podéis y debéis concretar ese precepto apostólico.

Si trabajamos con ese espíritu, nuestra vida, en medio de las limitaciones propias de la condición terrena, será un anticipo de la gloria del cielo, de esa comunidad con Dios y con los santos, en la que solo reinará el amor, la entrega, la fidelidad, la amistad, la alegría. En vuestra ocupación profesional, ordinaria y corriente, encontraréis la materia - real, consistente, valiosa - para realizar toda la vida cristiana, para actualizar la gracia que nos viene de Cristo.

 

San JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER.       

(1902 - 1975)

 

 

domingo, 23 de noviembre de 2014

EL TEMOR DE DIOS.


 
El salmo 127 nos habla del temor de Dios, que no consiste en tener miedo. Frente al miedo, que paraliza, el temor nos hace darnos cuenta de nuestra pequeñez y de la grandeza de Dios, que se inclina hacia nosotros y nos regala sus bienes. El temor nos lleva a ser cuidadosos con lo que hemos recibido y a emplearlo adecuadamente, como en la parábola de los talentos, y consientes siempre de que su misericordia es inmerecida, gratuita.
 
David AMADO  FERNÁNDEZ
 
Hemos de suplicar a nuestro Señor el amor y el temor; porque aquél nos hará correr por los caminos del Señor; éste nos hará mirar donde ponemos el pie."
 
San  PIO DE PIETRELCINA
 

jueves, 20 de noviembre de 2014

LA RELACIÓN EUCARISTÍA - IGLESIA


 

La relación Eucaristía-Iglesia no es una relación estática, sino dinámica y operante. No basta con decir que la Eucaristía está en  el centro de la Iglesia, hay que decir: la Eucaristía hace la Iglesia. La construye estando dentro de ella, la teje en torno suyo. Hay dos sacramentos que "hacen" la Iglesia de un modo particular: el bautismo y la Eucaristía. Pero mientras el Bautismo hace crecer la iglesia, por decirlo así, en extensión y en número, es decir, cuantitativamente; la Eucaristía la hace crecer en intensidad, cualitativamente, porque la transforma cada vez más en profundidad a imagen de su Cabeza, Jesucristo. La Eucaristía se parece a la levadura de la mujer del Evangelio. Jesús la ha puesto en la masa, que es su Iglesia, para que la "levante" y la haga fermentar; que haga de ella un "pan" a semejanza suya. Si la Iglesia es la levadura del mundo, la Eucaristía es la levadura de la Iglesia.

            En distintos modos y momentos, la Eucaristía "hace" la Iglesia, es decir, la           transforma en Cristo: mediante consagración, comunión, contemplación e            imitación.

 

Raniero  CANTALAMESSA

 

domingo, 16 de noviembre de 2014

EL AMOR, PARTICIPACIÓN EN LA VIDA TRINITARIA.


El amor busca también reposo y permanencia. De aquí el consejo de no buscar con inquietud, no estar siempre a la caza de nuevos pensamientos y nuevas ideas, como si la contemplación fuera acumular materiales o un inventario completo de cosas, en vez de atender amorosamente a la dimensión profunda de cada uno de los aspectos que se ofrecen al contemplativo.

Desde cada palabra de la Escritura se pasa de inmediato y en vertical a las profundidades  de Dios , a las profundidades de la plenitud y de la unidad, donde todas las palabras y aspectos exteriormente dispersos se encuentran conjuntados. Él, el Hijo del Padre, es esta plenitud. Él es el Pan de vida que nuestra alma hambrea y del que no puede pasar yendo en busca de otro pan ilusorio de satisfacción espiritual. En él debe encontrar su conformidad y cuanto necesita. Desde luego, todo esto ha de ocurrir en la Verdad, de suerte que el orante descanse no en sus propios sentimientos, sino realmente en el Señor; no en un par de ideíllas, que casualmente se le han ocurrido y reflejan su autocomplacencia, sino en la sublime y siempre mayor Verdad del Señor. Si tiene amor, lo alcanzará y por el ejercicio llegará a alcanzarlo, porque a amar se aprende amando.

 

Hans URS VON BALTHASAR.

 

 

jueves, 13 de noviembre de 2014

LA SED DE CRISTO.


 

La sed de Cristo es su deseo intenso de amor hacia nosotros que durará hasta el juicio final. Su sed ardiente es poseernos a todos en él para su gran felicidad. Dios es la felicidad perfecta, la bienaventuranza infinita que no puede ser aumentada ni disminuida. Pero la fe nos enseña que, por su humanidad quiso sufrir la pasión, sufrir todo tipo de dolores y morir por amor a nosotros y para nuestra felicidad eterna. En tanto que es nuestra Cabeza, Cristo está consagrado y no puede seguir sufriendo; pero, puesto que es también el cuerpo que une a todos sus miembros, no está todavía completamente glorioso e impasible. Por eso siente siempre este deseo y esta sed que sentía en la cruz y que, me parece, estaban en él desde toda la eternidad.

Sí, tan cierto que hay en Dios misericordia y piedad, como que hay en él esa sed y ese deseo. En virtud de ese deseo, que está en Cristo, nosotros también lo deseamos: sin esto ningún alma llega al cielo. Este deseo y sed proceden, me parece, de la infinita bondad de Dios y su misericordia; y esta sed persistirá en él mientras estemos en la indigencia, atrayéndonos a su bienaventuranza.

 

Juliana de NORWICH

Mística inglesa venerada por católicos, anglicanos y luteranos.

(1342 - 1420)

 

viernes, 7 de noviembre de 2014

ROSTRO DE CRISTO.


 
Rembrandt no dejó de buscar la manera de pintar el rostro de Cristo, dejando de lado los estereotipos tradicionales, y como si hiciera el verdadero retrato de una persona viva. Entonces, ¿los numerosos rostros de Jesús que pintó revelan una imagen con­templativa que se habría formado en lo más íntimo de sí mismo? Sin duda, en parte. Pero en el inventario que hizo de sus bienes figura «un retrato de Jesús del natural». Para explicar esta fórmula sorprendente, algunos autores no dudan en afirmar que Rembrandt habría gozado de apariciones del Señor y que, en su taller, «Jesús mismo habría posado». Simplemente quizás Rembrandt tomó como modelos a los jóvenes rabinos que habitaban en el barrio judío cer­cano a su casa. Sea como sea, aquí nos da a contemplar un rostro de Cristo, que es a la vez lo más humanamente humano y lo más divinamente divino que un pintor haya sabido plasmar, asociándo­nos a esa búsqueda espiritual suya que le empujaba a contemplar al hombre Jesús para descubrir al verdadero Dios.

Un fondo marrón oscuro recubre todo el lienzo. Son las ti­nieblas del pecado, que abruman a toda la humanidad. Desde el seno mismo de ese abismo emerge una luz dulce que calienta sin quemar, que ilumina sin deslumbrar, que consuela sin condenar. En el corazón del pecado surge la gracia. Esta luz divina que brilla en nuestras tinieblas adquiere un rostro, ¡y qué rostro! ¡Un rostro que es el nuestro! Un rostro humano, dibujado con gran detalle en la luz por las sombras de nuestras tinieblas. Este rostro del Hijo de Dios, engendrado no creado, lleva nuestros rasgos igual que su cuerpo llevará nuestros pecados. ¡Felices tinieblas que nos me­recieron tal luz!

Por último, ¿cómo no reconocer en este rostro humano el de la misericordia divina? Como en otras obras suyas en las que la mirada de Jesús se posa sobre la mujer adúltera arrojada a sus pies, Rembrandt quiso pintar aquí el rostro de un Dios que se deja conmover, con la mirada vuelta hacia la humanidad a la que va a levantar de su caída.

(Traducción del original francés: Pablo Cervera Barranco)

 

Pierre-Marie DUMONT

martes, 4 de noviembre de 2014

YO SOY CRISTIANO, NO PRACTICANTE.


 
Hay frases que escuchamos tan a menudo que, al final, las asumimos sin ninguna crítica y pasan a ser carne d nuestra carne, pensamiento de nuestro pensamiento, una de ellas es: Soy cristiano pero no practicante. Me la recuerdan a menudo los jóvenes que vienen a solicitar matrimonio por la Iglesia o las parejas que desean bautizar a su hijo, cuando, tratando de ayudarles a celebrar el sacramento, les pregunto sobre el sentido de su petición.

Tal frase suena como si me dijeran: Soy discípulo de Jesús pero por libre y a mi modo, cogiendo lo que me interesa. Yo tengo mi propia fe y mis sentimientos, me sobran los encuentros que tienen los cristianos los domingos, paso de la Iglesia... en definitiva, me sobra todo, menos lo que a mí me interesa. Y lo que ahora me interesa ya sabes qué es : que aceptes la pantomima que vamos a hacer de casarnos por la Iglesia o de introducir a nuestro hijo en la Iglesia, de la que nosotros pasamos olímpicamente.

Algo parecido sucede en lo que se refiere a la Eucaristía. Muchos cristianos, a los que cuestiono su ausencia sistemática en la eucaristías, suelen responder: Soy cristiano, no practicante. ¿Es que se puede ser cristiano sin la Eucaristía?

- pues, no. ¿Tú crees que podemos ser discípulos de Jesús sin el mandamiento del amor? Pues hay otro que nace también de la voluntad expresa del Galileo: el mandamiento de que sus seguidores nos reunamos para celebrar la Eucaristía. Porque... la Eucaristía no es un invento de la Iglesia, sino una página que procede expresamente de Jesús en la Cena, que no podemos arrancar a nuestro libre albedrío.

 Por favor, tú no caigas en la trampa de este sofisticado invento. Es una frase tonta y sinsentido, creada probablemente para justificar alguna situación injustificable. Ningún cristiano medianamente lúcido puede pronunciarla, aplicándosela a sí mismo. Se puede decir: " Soy un cristiano inconsecuente con mi fe", o "soy un cristiano abandonado y con necesidad de convertirme" o "soy un cristiano que no ha llegado a comprender el sentido de los Sacramentos, en particular la Eucaristía" o "soy un cristiano en búsqueda...

Pero  decir "soy un cristiano no practicante" con convicción y autosuficiencia, es de una estupidez mayúscula, e implica arrancar una de las páginas más importantes del evangelio. Es uno de los múltiples cachondeos que nos hemos inventado para justificar un cristianismo vulgar y vacío. Amigo/a, intenta vivir tu fe con mediana elegancia, sin engañarte, sin justificar tus actitudes o conducta, sin manipular el Evangelio.

 

Juan JAUREGUI