domingo, 28 de diciembre de 2014

LA COMUNICACIÓN.

 
Cuando uno sufre, desea o permanecer en silencio, o hablar con alguien. El sufrimiento nos hace comprender lo esencial que es la comunicación. Sin comunicación no podemos tener relación auténtica con nadie. Sin comunicación el otro no existe para mí, ni yo para el otro. Una persona que sufre desea existir para otra gente.
No hay neutralidad posible a la hora de comunicarse: si yo tengo un vínculo con alguien, cada uno de nosotros significa algo para el otro. Si la neutralidad se apodera de la comunicación personal, ésta pronto llega a su fin. Cuando sufrimos, sabemos lo difícil que es entrar en contacto con la persona que no se interesa por nosotros, su indiferencia mata cualquier posibilidad de comunicación y de relación. Sentimos entonces que no existimos para ellos; y no es lo que más nos importa o apena.
No puede reducirse la comunicación a las palabras. A menudo pensamos que ésta tiene lugar con frases y sentencias. Pero también pueden tocarnos en lo más hondo otras muchas cosas: una carta, un apretón de manos en silencio, un puño cerrado. Un regalo, dado o recibido, significa mucho, también una caricia, un signo de ternura. Comunicarse encierra siempre cierta carga afectiva entre las personas implicadas. Esto es verdad incluso cuando no es muy explicito. Dos extraños en un ascensor se comunican realmente. Dos empresarios que negocian con su típica frialdad no dejan de poner en juego sus propios intereses en el contrato
. Esta carga afectiva es aun más palpable en la comunicación que entabla una persona que sufre.
 
Pierre WOLFF
¿Puedo yo odiar a Dios?
 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

BIENAVENTURADOS LOS QUE AMAN AL SEÑOR.

 

Cristo hace presente al Padre entre los hombres. Es altamente significativo que estos hombres sean en primer lugar, los pobres, carentes de medios de subsistencia, los privados de libertad, los ciegos que no ven la belleza de la creación, los que viven en aflicción, y finalmente los pecadores. Con relación especialmente, Cristo se convierte sobre todo en signo legible de Dios que es amor; se hace signo del Padre. Es significativo que, cuando los mensajeros enviados por Juan Bautista llegaron donde estaba Jesús para preguntarle:  ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Él recordando el mismo testimonio con que había inaugurado sus enseñanzas en Nazaret, haya respondido: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y bienaventurados quien no se escandaliza de mí.

Jesús sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado como en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con toda la condición humana histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral. Cabalmente el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor es llamada "misericordia" en el lenguaje bíblico. Cristo, pues, revela a Dios como Padre, como Amor, como dirá san Juan en su primera Carta; revela a Dios, rico de misericordia, como leemos en los salmos y en san Pablo.

 

San JUAN PABLO II

sábado, 20 de diciembre de 2014

NO TEMAS, MARÍA.


 
Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros los condenados infelizmente a la muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esa palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; enseguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios, todos fuimos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.
No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el Rey y Señor del universo desea tu belleza, y desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido supeditar a tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante él con tu silencio, ahora él prefiere tu palabra. Él mismo, desde las alturas te llama: levántate, amada mía, preciosa mía, déjame  oír tu voz. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.
 
San BERNARDO
(1090 - 1153)

jueves, 18 de diciembre de 2014

LA CRISIS Y LAS CRISIS.



No es un misterio para nadie que tenga sentido co­mún que el matrimonio como institución ha pasado una profunda crisis en estos últimos años. Tan fuerte ha sido que hemos podido escuchar frases como: El matrimonio es una institución caduca. No está con­forme con una mentalidad moderna, progresista. Es el fin del matrimonio.

Pero, OJO, crisis no es equivalente a fin. Todo lo que está vivo está sometido a crisis. Esta ya es .una señal de vida

Significa precisamente que, en su proceso, una etapa está cubierta

Que no sirve seguir viviendo de esa forma, que hay que renunciar a situaciones anteriores y que hay que asumir formas nuevas de vida El hombre tiende a instalarse, a acomodarse y hasta a aburrirse, pero la crisis le hace seguir caminando hasta el final.

Desde el nacimiento ( primera crisis) hasta la jubi­lación y luego, más allá hasta la muerte, el hombre va escuchando permanentemente llamadas a salir de sí mismo, a desinstalarse a desacomodarse, y no es fácil.

Pero debemos aprender a vivir con crisis, a ver en ellas una señal de esperanza, un toque para desper­tar; una crisis no puede acabar con nuestra convi­vencia y amor. Ya lo hemos dicho, una crisis no es el final, como dicen creo son los legionarios, la muerte no es el final.

El hombre tiende a instalarse , pretende hacer de su instalación una situación perdurable, y lo que es peor, a imponer al otro, a la otra, a los que viven con ellos su propia instalación.

Me casé, lo alcancé, lo conseguí, ya es mío, mía. Yo no tengo ganas de salir; al cine, 'qué se me ha perdi­do a mí en el cine', olvidando que para conquistarla o conquistarlo iban al cine, a tomar unas cañas, a pasear...

Podemos afirmar que la crisis reciente vivida por el matrimonio no solo no significa el fin de esta ins­titución, sino que por el contrario está permitiendo que en el horizonte de la vida y de la historia surjan formas nuevas de vivir el amor conyugal cargadas de belleza, esperanza y exigencias.

Formas nuevas que nos están permi­tiendo comprender dimensiones hasta ahora veladas de la plenitud humana del amor e incluso gran­des conceptos reli­giosos, como que la pareja sea la imagen de Dios, el sentido del sacramento, el hogar como primera iglesia...con una luz distinta.

 

 

sábado, 13 de diciembre de 2014

EN BELÉN, UN LUGAR INDETERMINADO.



No es casual que la descripción del nacimiento  de Jesús sea tan breve y mínima en detalles. Salvo que había un pesebre, según el texto evangélico : Jesús no nació en un lugar concreto y bajo un techo concreto, porque Jesús no es de nadie (en particular), porque es de todos. Incluso el término de "cueva" procede de los evangelios apócrifos. Que fuera un establo, sí que puede deducirse por el pesebre. Lo demás queda a rellenar por nuestra imaginación y devoción.

Allí se va echando la noche, y cada vez más mascable, el silencio. De pronto José da un salto y entra a trompicones en el interior. Ha oído el llanto de un Niño. María está sentada en su jergón, radiante de gozo, perdida en su sorpresa: Jesús recién nacido, en la invalidez y la figura normal de un recién nacido..

A unos pocos kilómetros había unos pastores con sus rebaños. Advierten un extraño fenómeno. Avisan a sus compañeros y ven una nube luminosa creciendo. De ella se adelanta un ángel y a los despavoridos pastores les da la señal indiscutible de Dios: ¡No temáis! ¡os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor! Y la señal es para en algo tan simple como unos pañales, y tan vuestro como un pesebre. Y allí fueron, llevados de un sentimiento profundo, y no le quitaban ojo al Niño.....

 

 

Manuel CANTERO PEREZ  S.J.

 

 

 

 

 

 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

LUCES Y SOMBRAS.



Luces y sombras, eso es la vida del hombre. ¡Qué gran misterio! A veces errados, otras en acierto, caminamos por este mundo. Nadie ha de pensar que el mal es tan poderoso para ser capaz de abarcarlo todo, de apropiarse del ser del hombre completamente, pues somos imagen y semejanza del Creador. Buscando el encuentro con Dios, el alma es conducida como en una noche, entre oscuridades y sombras engañosas hacia el amanecer de la fe, de la luz. Al despunte del alba, sólo sentimos que la noche está pasando, pero sin alcanzar aún toda la radiante claridad del día, algo se conserva de oscuridad; como en un camino claroscuro.

-         Cierto, repuso su amigo, pero ¿Por qué Dios permitió que me equivocara tanto? ¿Por  qué me soltó de su mano? ¿Por qué me dejó caminar entre sombras?

-Esto requiere sabia aceptación, más que comprensión. Aguardamos “el día que no tiene ocaso”, nos dice la Apocalipsis de San Juan. Pero san Pablo nos advierte de que “la noche va pasando, y el día está encima”; porque ha de haber oscuridad, como en la naturaleza. La palabra “encima” nos anuncia lo que no ha llegado todavía. Esas sombras de tu vida son las huellas de tu camino; del camino claroscuro de la fe. Lo que quiere significar que parte de nuestro  obrar es según la luz, pero conservando siempre restos de tinieblas. Y que, a veces, aun en plena oscuridad, hay luz suficiente para no caminar completamente a ciegas. Así en la vida, avanzamos entre luces y sombras, a veces entre esplendores, otras en profundas tinieblas, en claridad, con sol, de noche, con luna, estrellas, atardeciendo, amaneciendo, en penumbra o bajo la luz cegadora del más radiante sol.

 

Jesús SÁNCHEZ ADALID

De la novela “El alma de la ciudad”.

 

sábado, 6 de diciembre de 2014

LA NOCHE DE JOSÉ.


 
Después de la visita de Joaquín para anunciarle el acontecimiento, se acostó José, dando vueltas y vueltas. Para el varón justo y amante de Dios le erizaba el cabello: su amor por María era indiscutible, pero él no lo "disputaría" a Dios la posesión de aquella muchacha si Dios la había tomado bajo su manto.
¿Qué solución dar al problema? ¿Quedarse parado como si nada? Imposible. Un varón israelita desposado con una muchacha sobre la que constaba sus derechos de matrimonio, no podía quedarse sin más, de brazos cruzados. María parecería ante la sociedad judía como una adultera que había traicionado su compromiso...¡Denunciarla?  Jamás. ¿Huir? Era la única salida que tenia. Desaparecer como un fugitivo o un cobarde. Así dejaba a salvo a María, llevando su pena.… lejos de aquí.
Pero el sueño lo vencía. Se quedó dormido. ¿Fue que soñó o se quedó invadido por la fe del que vive en manos de Dios?
José se sintió transportado. Soñaba y gozaba y reía. Era un sueño reparador. Un sueño que llenaba de luz.
Lo primero fueron las palabras : NO TEMAS. Esas palabras eran el anuncio de la visita del Señor desde los profetas. No temas en recibir como esposa a María, tu prometida, porque lo que en Ella hay, es del Espíritu Santo.
Esa explicación  consolaba a José. Además el "sueño" le había dado una clave substancial: Tú le pondrás nombre al Niño, y lo llamarás JESÚS. el asombro de José era mayúsculo: si era "Jesús" era el Mesías. Dios, Salvador... Nombre, era la misión propia del padre de familia ¿Yo voy a ser padre de "JESUS"? ¿ Me das el mando sobre la obra de tus manos? ¿ Voy a ser el custodio y responsable de estos dos seres privilegiados?
José se levantó, y con solemnidad y gozo fue donde le había mandado Dios.
Y se llevó a María a su casa.
 
Manuel CANTERO PÉREZ S.J.