sábado, 28 de febrero de 2015

LA AMISTAD. Pensamientos de los autores antiguos.


 
No es fácil escribir sobre la amistad. Los sentimientos tienen gran importancia en ella, pero no se expresan bien a través de conceptos. Aun así, desde tiempo antiguos, se ha intentado explicar la atracción que une a ciertas personas. Los primeros filósofos "fisiólogos" buscaban la causa de la amistad o, por el contrario, de la antipatía, en la ley general de atracción o repulsión de los cuerpos. ¿Esta ley funciona según el criterio de semejanza o no?  No sabían decirlo.

A Sócrates, estas teorías le parecían demasiado generales y se dio cuenta de su carácter materialista. La amistad no puede ser una simple atracción de cuerpos, pues ésta se da solo entre hombres, seres racionales. Por eso, los hombres pueden aprender cómo conquistar conscientemente a los amigos, unirse libremente, por ejemplo, a escuelas filosóficas, que en la antigüedad no eran institutos, sino reuniones de amigos.

Aristóteles dedica a la amistad un largo capítulo de su Ética. También se preguntaba cual era el fundamento de la atracción mutua. Nos atrae lo que nos gusta, hay muchas cosas que no nos gustan. Al hombre le gusta el dinero, la diversión, pero también la virtud. Por ello, se pueden distinguir tres tipos de amistad: al dinero, a la diversión, a la virtud.

Las dos primeras no son verdaderas. No se ama a las personas, sino lo

Que procuran. Por eso, dichas amistades son inestables. Desaparecen cuando ya no hay dinero ni diversión. Por el contrario, la virtud es algo propio del mismo hombre y es estable. Por eso, se quieren de verdad solo los hombres virtuosos. Pero para que esto se dé, tienen que relacionarse entre ellos y, para poder vivir juntos, piensa Aristóteles, se exige cierta igualdad y sintonía en el pensamiento.

 

Cardenal Tomás SPIDLIK

(1919  - 2010)

viernes, 20 de febrero de 2015

EL DUELO.


 

Duelo viene de "dolus" que en latín significa dolor. Estar de duelo por tanto significa sentir dolor por una pérdida. Debe señalarse que cada cual tiene su propia manera de adaptarse a la ausencia de cada uno de sus seres queridos; esto es, de dar el paso de lo que le gustaría que fuese (que continuasen viviendo) a lo que es (que realmente ya no está vivo); y que no todos, no en todas las ocasiones, experimentan las mismas reacciones ante el fallecimiento de un familiar mayor. El duelo es una experiencia a la vez universal y única. Es además, una experiencia intransferible, pues podemos comprender el dolor de otro, pero no sentirlo con la misma intensidad. El duelo, incluso más que cualquier otro sentimiento, implica el encontrarse a solas con uno mismo.

Es importante que no se considere como anormal una gran cantidad de manifestaciones que son absolutamente adaptativas en el duelo, a saber ciertos sentimientos (tristeza, enfado, culpa, autorreproches, soledad...), ciertas sensaciones físicas (vacío en el estómago, opresión en el pecho o garganta, hipersensibilidad al ruido...), ciertos pensamientos (incredulidad, confusión, escuchar al difunto como si estuviera vivo o tener la sensación que se le oye pasear por la casa...), y ciertas conductas (trastornos del sueño o alimentarios, hiperactividad...).

Ahora bien, hay que advertir que si estas manifestaciones son extremadamente intensas, frecuentes y duraderas, son indicadoras de un duelo complicado o patológico. También entraríamos con un duelo complicado cuando todas estas sensaciones físicas, pensamientos y conductas, que resultan adaptativas tras la muerte, se presentan no en ese  momento, sino que se desencadenan ante un problema posterior.

Son cuatro las tareas a llevar a cabo cuando fallece un familiar mayor. Primero, aceptar la realidad de la pérdida; segundo, trabajar las emociones y el dolor de la pérdida. Tercero, adaptarse a un medio en el que es fallecido está ausente. Cuarto, recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo, no se trata de olvidar, sino que el recuerdo no impida sentirse cómodo y volver a vivir la propia vida..

Hay que pasar de estar centrado en la muerte, en el morir a estar centrado en la vida, en el vivir (donde el fallecido, si viviera, le gustaría que se readapte), que cicatricen las heridas, aceptar intelectual y emocionalmente la pérdida, reconstruir la vida y su significado. No es un proceso fácil, pero tiene sentido vivir centrado en la vida.

 

Javier LÓPEZ MARTÍNEZ

 

martes, 17 de febrero de 2015

ADÁN Y EVA, CAÍN Y ABEL.


¡Qué poco ha cambiado el mundo! A pesar de todos los avances tecnológicos , el hombre queda fiel a su naturaleza.

Eso pensaba esos días mientras leíamos la palabra de Dios. Primero Adán, cuando Dios le pregunta porque sabe que está desnudo, se escurre y le echa la culpa a Eva. Y esa, también se considera inocente por haber comido la manzana.  "Es la serpiente". Y como la serpiente no tiene alma, todo en paz. Nadie tiene la culpa.

Caín ha matado a su hermano, pero él tampoco tiene nada que ver en el asunto.  Dios no le había encargado de velar por su hermano Abel.

Y ¿No seguimos alguna vez  comportándonos como nuestros padres lejanos?  ¿No encontramos alguna excusa por algo que  se remueve  en el fondo de nuestro corazón? ¿No hay algo o alguien que ha influido en nuestra conducta? Casi seguro que sí, pues vivimos con un cúmulo de influencias, pero al final somos nosotros que no hemos sabido parar la cadena del mal.

Lo cierto, pensamos, es que no hemos cometido esa falta de delicadeza, incluso ese pecado, más o menos grave.  Son las circunstancias, es la gente, es lo que se hace. Luego, no hay necesidad de confesarse, y así aligerar la conciencia, y recobrar la alegría que aquel gusanito corroía poco a poco.
CHANTAL

domingo, 15 de febrero de 2015

SATANAS-


 
Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres, se halla una voz seductora, opuesta a Dios, que por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. La Escritura habla de un pecado de estos ángeles. Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su reino. Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina, lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. Dice san Juan Damasceno: "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte".

La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama homicida  desde el principio y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. La más grave consecuencia de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios. Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del reino de Dios.

 

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.

 

 

 

domingo, 8 de febrero de 2015

CARIDAD EN LAS PALABRAS.



Con razón se advierte que "el amor se manifiesta más en las obras que en las palabras" (S. Ignacio de Loyola). No olvidemos sin embargo, que en las relaciones humanas también las palabras cuentan como obras. Las palabras ofensivas destruyen la caridad. Por eso  en el Antiguo Testamento alaban a aquellos que hablan en tono sereno. "la palabra pacífica calma la cólera, la palabra amarga hace estallar la ira"

Los comentarios irónicos y malintencionados pueden ser tomados a broma, de igual modo que cuando alguien nos da un golpecito en el hombro. Sin embargo, se debe medir adecuadamente la fuerza de dicho golpe. Hay golpes que no pueden ser tomados a broma, ciertamente no por quien lo ha recibido. En tal caso, no deberían reírse ni siquiera  aquellos que están cerca. Existe una gran diferencia entre la risa inocente y la maliciosa.

Es difícil la convivencia con esa gente que en su trabajo no pierde la ocasión de protestar, de responder mal, de criticar o de aconsejar siempre hacer  algo de una manera distinta. La mala costumbre a veces crece de tal manera que parece que esa persona no tiene otro principio ni otro programa que hacer lo contrario de lo que hacen los demás y no tiene otra lógica que contradecir a quien habla. Es muy molesto el compañero que no atiende a la conversación pero que, cuando empieza a hablar otro, interviene para discutir.

                                      

Cardenal Tomás SPIDLIK

(1919  - 2010)