domingo, 26 de julio de 2015

LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES.


 


 Ese relato señala que solo Cristo puede saciar el hambre de quien lo sigue. Felipe sonstata la dificultad para alimentar a aquella multitud. Solo Cristo puede hacerlo. Igualmente, hoy solo Cristo puede hacerlo. Igualmente hoy, solo el Señor puede satisfacer los anhelos del hombre: no solo de toda la humanidad, sino de cada hombre concreto. El milagro de Jesús anuncia que Él sostendrá a todos los que quieran seguirle, y que cada día proveerá. En la pregunta dirigida a Felipe es como si quisiera decirnos: “Acostúmbrate a no asustarte cuando encuentres algo que te desborda, porque yo estoy contigo.

Pero  aparece también ese muchacho anónimo que, quizás con timidez, ofrece lo que tiene, alguien para quien el deseo de Jesús de alimentar a la multitud es también el suyo. Hay algo enormemente atractivo en aquel muchacho que es su empatía con Cristo, su facilidad para pasar a la acción cuando el Señor insinúa algo. No pone distancia en la necesidad señalada por Jesús y la voluntad de remediarla; no se refugia en el cálculo ni oculta su posesión, ni su don, aun siendo pequeño, por temor al ridículo.

Cuantas personas anónimas, como el personaje del evangelio, aportan lo poco que tienen para que Jesús construya la Iglesia, ofrezca su salvación a los hombres o lleve consuelo a quienes lo necesitan.

 

David AMADO FERNÁNDEZ

 

domingo, 19 de julio de 2015

LA ALEGRÍA DE JESÚS.



Jesús sufre cuanto nos ama: la intensidad de su dolor es directamente proporcional a la intensidad de su afecto. Por fortuna, el corazón no comporta solo vulnerabilidad, sino también capacidad de alegrarse. De ahí que la alegría que procuramos al Señor también se multiplica por lo mucho que nos quiere. Un pequeño detalle de cariño le produce un gozo quizás cien veces más grande que el nuestro en las mismas circunstancias. Entre sus sentimientos y los nuestros no hay solo una diferencia de intensidad sino también de calidad. Su afecto es el más hermoso que jamás haya existido porque no está contaminado por el egoísmo: no hay vanidad en sus alegrías , y sus penas nada tienen que ver con el orgullo herido. Goza y sufre únicamente porque ama. El desamor solo le hace sufrir porque ve truncado su deseo de contribuir a nuestra felicidad.

Michel ESPARZA
Sintonía con Cristo.

 

martes, 14 de julio de 2015

EL AMOR DEL HIJO.


 



 

 

Mirad, mirad en mí vuestro cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestra sangre. Si teméis lo que es de Dios, ¿Por qué no amáis lo vuestro? Si huis del Señor, ¿Por qué no corréis hacia el Padre? Quizás sea la inmensidad de mi pasión, cuyos responsables fuisteis responsables vosotros, lo que os confunde. ¡No temáis! Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me infligen dolor; lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros. Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge como un seno más dilatado pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre, no la pierdo, la derramo por vosotros. Venid pues, retornad, y comprobareis que soy un hermano, que de vuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa ternura por tales heridas                                                 

  San PEDRO CRISÓLOGO

        (380-450)

 

 

 

 

jueves, 2 de julio de 2015

EL CORAZÓN DE UNA MADRE.


 

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Entre las fiestas de la Virgen María, la de su Corazón es como el corazón y la reina de las demás, porque el corazón es la sede del amor y de la caridad. ¿Cuál es el sujeto de esta solemnidad? Es el corazón de la Hija única  y bien amada del Padre eterno; es el corazón de la Madre de Dios; es el corazón de la Esposa del Santo Espíritu; es el corazón de la buena Madre de todos los fieles. Es un corazón totalmente abrasado por el amor hacia Dios, totalmente inflamado de caridad hacia nosotros.

Es todo amor a Dios, porque jamás amó nada más que a Dios y lo que Dios quiso que amara en él y por él. Es todo amor, porque la bienaventurada Virgen siempre amó a Dios con todo su corazón, con toda  el alma y con todas sus fuerzas. Es todo amor porque no solo quiso siempre todo lo que Dios quería y jamás quiso nada de lo que no quería, sino que puso siempre toda su alegría en la voluntad de Dios. Es todo amor con el que ama al Hombre Dios, que es su hijo Jesús. Porque sabe que es nuestro maestro, nuestra cabeza, y que nosotros somos sus miembros y, por consiguiente, que somos sólo uno con Él.

San JUAN EUDES

(1601-1680)