martes, 29 de noviembre de 2016

LA UNIÓN CON DIOS.


El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hom­bre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar... De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expre­sado su búsqueda de Dios por medio de sus creen­cias y sus comportamientos religiosos. A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso.



Pero esta «unión íntima y vital con Dios» puede ser olvi­dada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas, el mal ejemplo de los cre­yentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la reli­gión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios y huye ante su llamada. Alégrese el corazón de los que buscan a Dios. Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hom­bre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, un corazón recto, y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
Catecismo de la Iglesia Católica
Exposición de la fe y de la doctrina de la Iglesia católica promulgada por Juan Pablo II en el año 1992 y cuya versión latina oficial se publicó el día 15 de agosto de 1997.


viernes, 25 de noviembre de 2016

LA CRUZ.


Lejos de mí el pensar de gloriarme fuera de la cruz de mi Señor Jesucristo. La cruz es tu gloria, la cruz es tu imperio. He aquí tu imperio sobre tus espaldas. Quien lleva tu cruz lleva tu gloria. Así la cruz, que causa miedo a los infieles, es para los fieles más her­mosa que todos los árboles del paraíso. ¿Temió acaso Cristo la cruz? ¿Y Pedro? ¿Y Andrés? Por el contrario, la desearon. Cristo se alzó sobre ella como un valiente para recorrer su carrera: He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros antes de morir. Él comió la Pascua sufriendo su pasión, al pasar de este mundo a su Padre. Sobre la cruz, Cristo comió y bebió, se embriagó y durmió.

¿Quién podrá desde ahora temer la cruz? Temo, Señor, recorrer el cielo y la tierra, el mar y las estepas, pero ¡|»n ningún sitio te encontraré sino en la cruz! Allí duermes, allí apacientas tu rebaño, allí reposas al medio­día. En esta cruz quien está unido a su Señor cuenta con su dulzura. No hay persona que te busque y no te encuentre, sino en la cruz. Oh cruz de gloria, echa tus raíces en mí para que yo pueda encontrarme en ti.


San Bernardo de Claraval
Nace en Dijon, Francia; fue monje cisterciense y gran autor espiritual.
Es doctor de la Iglesia (1090-1153).

martes, 22 de noviembre de 2016

NO JUZGUEMOS.


El discípulo no es más que su maestro. ¿Por qué juzgas si el Maestro todavía no juzga? No ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Entendiendo esta palabra en ese sentido, viene a decir: «Si yo no juzgo, no juzgues tú tampoco, ya que tú eres mi discípulo. A lo mejor tú te has hecho culpable de faltas más gran­des que aquel a quien juzgas. ¡Qué grande será tu ver­güenza al darte cuenta de ello!»

El Señor nos enseña lo mismo cuando dice: ¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no advier­tes la viga que hay en el tuyo?

Nos disuade con argu­mentos irrefutables de juzgar a los demás y nos anima, al contrario, a examinar nuestros corazones. Luego, nos exhorta a liberarnos de las pasiones instaladas en nuestro corazón. Dios cura a los de corazón contrito y quebrantado, y nos sana de nuestras enfermeda­des espirituales. Porque, cuando tus pecados son más numerosos y más graves que los de los demás, ¿cómo les reprochas los suyos a los hermanos? Todos los que quieren vivir piadosamente y, sobre todo, los que tienen que instruir a otros, sacarán mucho provecho de este precepto. Si tienen virtud y equilibrio, dando ejemplo con su comportamiento evangélico, reprenderán con dulzura a los que todavía no han llegado a ese nivel.
San Cirilo de Alejandría
Monje y obispo de Alejandría, fue gran defensor de la fe;
es doctor de la Iglesia (370-444).


jueves, 17 de noviembre de 2016

LA PROVIDENCIA.


Todo coopera al bien de los que aman a Dios. El testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad. Así, santa Catalina de Siena dice a los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede: «Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin». Y santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: «Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor». Y Juliana de Norwich: «Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era pre­ciso mantenerme firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien».


Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios cara a cara, nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales; incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra.


Catecismo de la Iglesia Católica



viernes, 11 de noviembre de 2016

MARTA DE BETANIA.

¿Qué pide Marta? Que su hermana vaya con ella. Quiere salir de su soledad atrayendo a otros hacia sí, en vez de ir ella hacia los demás. María ha comprendido mejor el amor de Cristo. Nunca podemos adelantarle ni ganarle en el amor. Él se anticipa siempre y su amor es más grande. Nuestro consuelo y alegría no vienen de lo que nosotros hacemos por Dios. Cuando nos entretenemos en ello, experimentamos la misma soledad de Marta y esa insatisfacción de que nuestro amor, por más que nos multipliquemos como ella, no puede sostenerlo todo. María nos recuerda que es Jesús el que nos ama primero y que nosotros sólo podemos agradarle si antes nos dejamos amar. Entonces nunca nos sentimos abandonados. El nunca nos deja solos si nos sabemos siempre a sus pies, atentos a sus palabras, dejándonos amar.
María acoge el amor de Jesús, que es la parte mejor. Se deleita en él; en él encuentra descanso. Ahí está la razón de su existencia y Jesús descansa también viendo cómo su palabra no se pierde y que María entra cada vez más profundamente en su dulce compañía. Pero cuando Marta se queja, el Señor la atrae también y le dice: Marta, Marta..., con toda la fuerza del cariño y de la amistad. Podemos imaginar que volvió al servicio, pero de otra manera, experimentando la alegría de amar sirviendo a quien sabes te ama.

DAVID AMADO FERNÁNDEZ

martes, 8 de noviembre de 2016

MARÍA DE BETANIA.

María elige estar con Cristo y Marta servirlo. A ambas les mueve el afecto hacia Jesús. Pero de repente algo se rompe porque Marta se da cuenta de que se ha quedado sola. El Señor ha ido a visitar a sus amigos, Marta lo ha recibido; Jesús está en su casa. Marta busca crear un ambiente agradable y se afana en el servicio. Pero se ha quedado sola. ¡Gracias, Marta, por ese grito desgarrado en el momento más impensado! ¡Gracias por esa queja que no es inoportuna! Tu lamento es el nuestro. Nos ayudas a descubrir que, incluso en medio de la entrega más ardua y generosa, en vez de acercarnos a los demás, podemos alejarnos de ellos. ¿Qué hizo que de repente pararas? ¿Se quemó la comida? ¿Se rompió la vajilla? ¿Tropezaste con una silla? No importa. ¡Bendito momento en que saliste de las cosas para volver a ti misma!

DAVID AMADO FERNÁNDEZ

viernes, 4 de noviembre de 2016

AMAR Y SER AMADO.

Todos somos capaces de hacer el bien y hacer el mal. No hemos nacido como personas malvadas. Todo el mundo tiene en sí algo bueno. Unos esconden el bien, otros no le hacen caso, pero la bondad está en todos. Dios nos ha creado para amar y para ser amados. Dios nos envía una especie de test para escoger uno u otro camino. La negligencia en el amar nos puede conducir a decir «sí» a la maldad sin darnos cuenta de hasta dónde nos puede llevar... Por suerte, tenemos el poder de superarlo todo por medio de la oración.
Si nos volvemos a Dios, irradiaremos amor y alegría en torno nuestro a todos los que conviven con nosotros. Del mismo modo, si hacemos el mal, extenderemos alrededor nuestro el mal. Si estamos cerca de alguien que va por el camino del mal, hagamos todo lo posible para ayudarle y mostrarle que Dios se preocupa de él. Oremos intensamente para que redescubra la oración, que descubra a Dios dentro de sí y en los demás. Todos hemos sido creados por la misma mano amorosa de Dios. El amor de Cristo es siempre más fuerte que el mal en el mundo. Debemos, pues, amar y ser amados. Es muy simple.

Santa TERESA DE CALCUTA
Fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad (1910-1997).

miércoles, 2 de noviembre de 2016

EL HOMBRE CUSTODIO DE LA TIERRA.

El centro de la vocación cristiana es Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida para guardar a los demás, para salvaguardar la creación. Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís; es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos.
Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

FRANCISCO
Jesuíta argentino, actual sucesor de san Pedro al frente de la Iglesia católica (1936-).