viernes, 30 de diciembre de 2016

LA LIBERTAD RELIGIOSA.


Nuestro tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinante. Mientras por un lado los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material y de sumergirse cada vez más en el materialismo consumista, por otro, manifiestan la angustiosa búsqueda de sen­tido, la necesidad de interioridad, el deseo de aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración. No sólo en las culturas impregnadas de religiosidad, sino también en las sociedades secularizadas se busca la dimensión espiritual de la vida como antídoto a la deshumanización... La Iglesia tiene un inmenso patri­monio espiritual para ofrecerá la humanidad en Cristo, que se proclama el camino, la verdad y la vida.
La Iglesia debe de ser fiel a Cristo; ella es su cuerpo y recibe la misión de hacerle presente. La Iglesia debe hacer todo lo posible para realizar su misión en el mundo y llegar a todos los pueblos; tiene también el derecho, concedido por Dios, de llevar a cabo la reali­zación de su plan. La libertad religiosa, a veces todavía limitada o restringida, es la condición y la garantía de todas las libertades que fundamentan el bien común de las personas y de los pueblos. Es de desear que se conceda a todos y en todo lugar la verdadera libertad religiosa. Se trata de un derecho inalienable de toda persona humana.
San Juan Pablo II

martes, 27 de diciembre de 2016

LA DISCRIMINACIÓN.


No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura, el que no ama, no ha conocido a Dios. Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca, a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan.

La Iglesia, por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión. Por esto, el sagrado Concilio, siguiendo las huellas de los santos apóstoles Pedro y Pablo, ruega ardientemente a los fieles que, «observando en medio de las naciones una conducta ejemplar», si es posible, en cuanto de ellos depende, tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos.


Concilio Vaticano II Concilio ecuménico XXI de la Iglesia católica (1963-1965).

sábado, 24 de diciembre de 2016

LA PRIMERA LECCIÓN DEL AMOR DE DIOS.


Hace mucho frío sobre la tierra. Los cielos están tan bordados de estrellas que solamente se adivina el fondo azul oscuro de la bóveda celeste, inundada de tinie­blas. En la tierra...una estrella de las más pequeñas del inmenso sistema planetario... están ocurriendo esta noche prodigios que asombran a los ángeles...: un Dios que por amor al hombre desciende humillado en carne mortal y nace de una mujer, en una estrella de las más pequeñas... de las más frías, en la tierra...


Los hombres también tienen hielo en sus corazones. Nadie acude a presenciar el milagro del nacimiento de Dios. Solamente se reduce el mundo entero a una mujer que se llama María, a un hombre de ojos azules, que se llama José, y a un Niño recién nacido que, envuelto en pañales, abre por primera vez los ojos entre el aliento de un asno y un buey, y apoyado entre un puñado de pajas, que la pobreza de José, y la solicitud y el amor de María, le han procurado. El mundo entero duerme inconsciente el pesado sueño de la carne... Hace mucho

frío esta noche en las tierras de Judá... Las estrellas que bordan los cielos, son los ojos de los ángeles que can­tan el Gloria a Dios en las alturas..., canto hecho para Dios, oído por unos pastores, que vigilan sus rebaños y acuden a adorar, con sus almas infantiles, a Jesús que acaba de nacer...

La primera lección del amor de Dios... Y aunque mi alma no tiene la castidad de José ni el amor de María..., ofrecí al Señor mi pobreza absoluta de todo, mi alma vacía; y si no le entoné himnos como los ánge­les, procuraré cantarle coplas de pastores..., la canción del pobre, del que nada tiene, la canción del que solo miserias puede ofrecerá Dios... Pero no importa, pues las miserias y flaquezas ofrecidas a Jesús por un cora­zón de veras enamorado, son aceptadas por Él, como si fueran virtudes... Grande..., inmensa es la miseri­cordia de Dios. Mi carne mortal, no oye las alabanzas del cielo, pero mi alma divina, que también hoy como entonces, los ángeles miran asombrados a la tierra y entonan el Gloria a Dios en las alturas y paz en la tie­rra a los hombres de buena voluntad.

San Rafael Arnáiz Barón

Joven monje trapense, uno de los grandes místicos del siglo XX. Sus numerosos escritos se han difundido ampliamente.

Fue canonizado en el año 2009 (1911-1938).




viernes, 23 de diciembre de 2016

LA EVANGELIZACIÓN DE AMERICA DEL SUR.


Fue la predicación el procedimiento más importante en la divulgación del Evangelio. El tema más enseñado fue el de la "unicidad de Dios", frente al politeísmo indígena. Insistieron los misioneros en la falsedad de los ídolos que, lejos de ser dioses, eran verdaderos demonios. Hicieron ver a los indios que los fenómenos de la naturaleza tienen un origen natural y así quedaban maravillados cuando se les explicaban los eclipses sirviéndose de naranjas y candelas. Otro tema muy importante fue el de la existencia del más allá, con un cielo y un infierno, cielo al que iban los amigos de Dios, e infierno para los pecadores. Los misioneros describieron el cielo y

el infierno con tal viveza que, dado el carácter impresionable de los indios, estos sintieron miedo a su propia idolatría que les conducía al infierno.

Al ser los indios muy aficionados a los ritmos y ceremonias, les encantaba los actos del culto cristiano, como procesiones y sacramentos. La música tuvo un papel fundamental para el aprendizaje de oraciones y textos evangélicos. Las representaciones plásticas del Evangelio, a modo de teatro medieval, sirvieron para explicar las verdades de fe más complicadas. El arte barroco, la imaginería cristiana, los cuadros pintados con fuertes colores, sirvieron como espléndidos catecismos a quienes, no sabiendo

leer, se acercaban a Dios por la contemplación y admiración. Hoy, nos llama la atención la difusión de catecismos impresos en diversas lenguas nativas, dedicados a los indígenas más instruidos, y que fueron un eficaz medio en el aprendizaje de la fe cristiana.

Sin embargo, las exigencias morales del cristianismo resultaron complicados en la práctica. Virtudes como la castidad y la caridad, actitudes como la aceptación de la monogamia o de la indisolubilidad matrimonial fueron algo superior para los indígenas. Será el tiempo quien se encargará de ir corrigiendo lo que ellos entendían como costumbres y los cristianos como pecado.

Santiago CORREA RODRÍGUEZ

martes, 20 de diciembre de 2016

LAS MISIONES.



Desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar hasta que no les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos. Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los após­toles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaria. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.

Muchos en estos lugares no son cristianos simple­mente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el jui­cio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se preci­pitan en el infierno!» Muchos de ellos se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedica­rían por entero a la voluntad de Dios, diciendo de cora­zón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India».

San Francisco Javier
Jesuíta español del grupo de primeros compañeros de san Ignacio de Loyola. Evangelizador de la India y el Japón, es patrono de las misiones (1506-1552).

viernes, 16 de diciembre de 2016

LA VIRGEN.


¡Cuánto me habría gustado ser sacerdote para pre­dicar sobre la Santísima Virgen! Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida supuesta; y estoy segura de que su vida real fue extremadamente senci­lla. Nos la presentan inaccesible, habría que presentarla imitable, hacer resaltar sus virtudes, decir que ella vivía de fe igual que nosotros, probarlo por el evangelio, donde leemos: No comprendieron lo que quería decir.

La Santísima Virgen es la Reina del cielo y de la tie­rra, pero es más madre que reina; y no se debe decir que a causa de sus prerrogativas eclipse la gloria de todos los santos como el sol al amanecer hace que desaparezcan las estrellas. ¡Dios mío, qué cosa más extraña! ¡Una madre que hace desaparecer la gloria de sus hijos...! Yo pienso todo lo contrario, yo creo que ella aumentará con mucho el esplendor de los elegidos. Está bien hablar de sus privilegios, pero no hay que quedarse ahí. Quién sabe si en ese caso algún alma no llegará incluso a sentir cierto distanciamiento de una criatura tan superior y a decir: «Si eso es así, mejor irse a brillar como se pueda en un rincón». Lo que la Santísima Virgen tiene sobre nosotros es que ella no podía pecar y que estaba exenta del pecado original. Pero, por otra parte, tuvo menos suerte que nosotros, porque no tuvo una Santísima Virgen a quien amar, y eso es una dulzura más para nosotros y una dulzura menos para ella.

Santa Teresa del Niño Jesús
Carmelita descalza; es doctora de la Iglesia (1873-1897).

martes, 13 de diciembre de 2016

EL PRÓJIMO.


No hay nada más frío que un cristiano despreocu­pado por la salvación de los hermanos. No puedes, en este asunto, poner de pretexto tu pobreza: la que dio las dos monedas ínfimas se levantaría para acusarte. También Pedro, que decía: No tengo ni oro ni plata. Y Pablo, que era tan pobre que a menudo pasaba ham­bre y le faltaba lo necesario para vivir. Tampoco puedes excusarte en tu origen humilde: ellos también eran de condición modesta. Ni la ignorancia sería una disculpa válida: ellos tampoco eran gente de letras. Ni pienses alegar la enfermedad: Timoteo tenía frecuentes moles­tias de estómago. Cualquiera puede ser útil a su pró­jimo si lo quiere de verdad.



No digas que te es imposible restablecer en el buen camino a los demás, porque si eres cristiano es impo­sible que esto no suceda. Cada árbol lleva su fruto y como no hay contradicción en la naturaleza, tampoco la hay entre lo que nosotros decimos y la verdad, por­que es inherente a la naturaleza del cristiano. Es más fácil que la luz se vuelva tinieblas que el cristiano deje de iluminar a los demás.
San Juan Crisóstomo
Natural de Antioquía, fue monje y obispo de Constantinopla;
gran predicador y escritor, murió en el destierro.
Es doctor de la Iglesia (Ca. 349-407).


viernes, 9 de diciembre de 2016

SAN MATEO.


Jesús vio a un hombre sentado al mostrador de los impuestos. Su nombre era Mateo. Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales.
Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sigúeme, que quiere decir: «Imítame», por­que, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él. Mateo se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera orden del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaban a aquel que carecía de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo ilu­minaba de un modo interior e invisible para que com­prendiese que aquel que aquí en la tierra le invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.
Estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publícanos y pecadores vinieron a colocarse junto a él y a sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publícanos y pecadores. Mateo, que estaba des­tinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores.
San Beda el Venerable
Natural de Nortumbría (Gran Bretaña); monje de gran erudición y doctor de la Iglesia (673-735).



martes, 6 de diciembre de 2016

JESÚS Y LAS MUJERES.


Es particularmente conmovedor meditar en la actitud de Jesús hacia la mujer: se mostró audaz y sorpren­dente para aquellos tiempos, cuando, en el paganismo, la mujer era considerada objeto de placer, de mercan­cía y de trabajo, y, en el judaismo, estaba marginada y despreciada. Jesús mostró siempre la máxima estima y el máximo respeto por la mujer, por cada mujer, y en particular fue sensible hacia el sufrimiento feme­nino. Traspasando las barreras religiosas y sociales del tiempo, Jesús restableció a la mujer en su plena digni­dad de persona humana ante Dios y ante los hombres.

¿Cómo no recordar que Jesús quiso asociar a algunas mujeres a los Doce, que le acompañaban y servían y fueron su consuelo durante la vía dolorosa hasta el pie de la cruz? Después de la resurrección, Jesús se apareció a las piadosas mujeres y a María Magdalena, encargán­dole anunciar a los discípulos su resurrección. Deseando encarnarse y entrar en nuestra historia humana, Jesús quiso tener una Madre, María Santísima, y elevó así a la mujer a la cumbre más alta y admirable de la dignidad. ¡Por eso, vosotras, mujeres cristianas, debéis anunciar, como María Magdalena y las mujeres del evangelio, que Cristo ha resucitado verdaderamente, que él es nuestro verdadero y único consuelo! Cuidad, pues, de vuestra vida interior.

San Juan Pablo II

Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).

viernes, 2 de diciembre de 2016

LOS CAMINOS HACÍA LA CONVERSIÓN.


La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia -el atributo más asombroso del Creador y del Redentor- y cuando acerca a los hom­bres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaría y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación cons­ciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación.
La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte: en efecto, cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz, no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria. El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual él desea siempre unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones huma­nos. Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino a cada uno, incluso cuando se
siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacra­mento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado.


San Juan Pablo II Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).