La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una
experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del
misterio de la Iglesia. Esta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente,
en múltiples formas, la promesa del Señor: He aquí que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo; en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en
el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una
intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, pueblo de la Nueva
Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino
Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza.
Con razón ha proclamado el Concilio
Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida
cristiana». La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual
de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida, que da la
vida a los hombres por medio del Espíritu Santo. Por tanto la mirada de la
Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del
altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.
San
Juan Pablo II
Primer popa polaco de la historia. Su
pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).