Mirad, mirad en mí vuestro
cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestra sangre. Si teméis lo que
es de Dios, ¿Por qué no amáis lo vuestro? Si huis del Señor, ¿Por qué no
corréis hacia el Padre? Quizás sea la inmensidad de mi pasión, cuyos
responsables fuisteis responsables vosotros, lo que os confunde. ¡No temáis!
Esta cruz no es mi aguijón, sino el aguijón de la muerte. Estos clavos no me
infligen dolor; lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros. Estas
llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis
entrañas. Mi cuerpo al ser extendido en la cruz os acoge como un seno más
dilatado pero no aumenta mi sufrimiento. Mi sangre, no la pierdo, la derramo
por vosotros. Venid pues, retornad, y comprobareis que soy un hermano, que de
vuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa ternura por tales heridas
San
PEDRO CRISÓLOGO
(380-450)
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