María es la mujer de la escucha.
Lo vemos en el encuentro con el ángel y lo volvemos a ver en todas las escenas
de su vida, desde las bodas de Caná hasta la Cruz. Y hasta el día de Pentecostés.
En el momento del anuncio del ángel podemos ver ya la actitud de escucha, una
escucha verdadera, una escucha dispuesta a interiorizar: no dice simplemente
"Si", sino que asimila la Palabra, acoge en sí la Palabra. Y después
sigue la verdadera obediencia, como una Palabra interiorizada, es decir,
transformada en Palabra en ella y para ella. Así la Palabra se convierta en Encarnación.
Lo mismo vemos en el Magníficat. Sabemos que es un texto
entretejido con palabras del Antiguo Testamento. Vemos que María es realmente
una mujer de escucha que en el corazón conocía la Escritura. No solamente conocía algunos textos, sino que
está identificada con la Palabra, que en su corazón y en sus labios se
transforma, sintetizada en un canto. Vemos que su vida estaba realmente
penetrada por la Palabra; había entrado en ella, la había asimilada. Así en
ella se había convertido en vida, transformándose luego de nuevo en palabra de
alabanza y de anuncio de la grandeza de Dios.
BENEDICTO XVI
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