Todo coopera al bien de los que aman a Dios. El testimonio de los santos no cesa de
confirmar esta verdad. Así, santa Catalina de Siena dice a los que se
escandalizan y se rebelan por lo que les sucede: «Todo procede del amor, todo
está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este
fin». Y santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: «Nada
puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos
parezca, es en realidad lo mejor». Y Juliana de Norwich: «Yo comprendí, pues,
por la gracia de Dios, que era preciso mantenerme firmemente en la fe y creer
con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien».
Creemos firmemente que Dios es el Señor
del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con
frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento
parcial, cuando veamos a Dios cara a cara, nos serán plenamente conocidos los
caminos por los cuales; incluso a través de los dramas del mal y del pecado,
Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat definitivo,
en vista del cual creó el cielo y la tierra.
Catecismo de la Iglesia
Católica
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