El deseo de Dios está inscrito en el
corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y
Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre
la verdad y la dicha que no cesa de buscar... De múltiples maneras, en su
historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios
por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos. A pesar de las
ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales
que se puede llamar al hombre un ser religioso.
Pero esta «unión íntima
y vital con Dios» puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada
explícitamente por
el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión
contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los
afanes del mundo y de las riquezas, el mal ejemplo de los creyentes, las
corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud
del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios y huye ante su llamada. Alégrese el corazón de los que buscan a
Dios. Si
el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre
a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre
todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, un corazón recto, y también el testimonio de otros que le
enseñen a buscar a Dios.
Catecismo
de la Iglesia Católica
Exposición de la fe y de la doctrina de la Iglesia católica promulgada
por Juan Pablo II en el año 1992 y cuya versión latina oficial se publicó el
día 15 de agosto de 1997.
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