Señor, cuando yo llame a la puerta de tu
casa, cansado de luchar, abatido y desnudo ¿me reconocerás?
Padre, si un día voy donde Tú estás sin poder
llevarte otra cosa que mis infidelidades, mis amargos desengaños, mis batallas
inútiles, todo el mal que hice a los demás ¿ sabrás quién soy?
Señor, hoy sé que no soy quien hubiera
querido ser. Ni siquiera sé si me asemejo en algo a lo que esperabas de mí. No
soy un santo. ¿Me aceptas así?
Porque puedo sentir que he sido el hombre
perdido que viniste a buscar; el enfermo a quien sólo Tú podías sanar. ¿Me reconoces
así?
Soy un pobre ser que reclama tu amor, sólo
amor. Y veo que mis manos están sucias y que voy vestido de mugre; pero creo
ser ese hijo para quien reservas el traje de fiesta, un anillo y, sobre todo,
esa ternura infinita que emana de ti, para sentir el abrazo del encuentro y
entrar en tu casa, y celebrar una fiesta que nunca ha de terminar.
Jesús SÁNCHEZ ADALID
Novela: “El alma de la ciudad”.
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