En España cada vez vivimos más y mejor. A
nuestro país “le están saliendo más canas”, y ésta es una buena noticia.
El aumento de la esperanza de vida ha
producido un grupo de personas mayores que, a pesar de estar fuera del mundo
laboral, tienen capacidad y recursos activos que les permiten participar en la
actividad social y familiar.
La mayoría de esas personas los emplean
viajando, cuidando a sus nietos, participando en obras sociales… o disfrutando
de sus aficiones.
Solemos pensar que hacerse mayor implica
pérdidas de todo tipo: biológicas, sociales, psicológicas. Pero no existen
trayectorias únicas del desarrollo, ya que se producen continuidades y
discontinuidades. A pesar de haber superado muchos “ismos”, sigue
desgraciadamente vigente el “edadismo”. Es un prejuicio, pues en cualquier
momento de la vida se pueden encontrar logros positivos y negativos. La vejez,
como todas las demás etapas, implica pérdidas y ganancias, crecimiento o
incremento, y declive o decadencia.
Con todo, no se puede obviar que la vejez
conlleva ciertas limitaciones físicas o psíquicas. Dos actitudes son posibles:
Contemplar su vida pasada como una experiencia
llena de sentido, productiva y dichosa, lo que les ayuda a llevar las
limitaciones actuales con más alegría, y a seguir viviendo las cosas actuales como valores de
creación o de experiencia.
O como una gran decepción llena de promesas
incumplidas y metas no realizadas, y entonces los valores trascendentes y
espirituales les ayudan a superar esos momentos difíciles.
Les experiencias de la propia vida y como uno
afronte esta última etapa determinarán el resultado de cómo vivimos nuestra
vejez.
Javier LÓPEZ MARTÍNEZ
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