¡Qué poco ha cambiado el mundo! A
pesar de todos los avances tecnológicos , el hombre queda fiel a su naturaleza.
Eso pensaba esos días mientras
leíamos la palabra de Dios. Primero Adán, cuando Dios le pregunta porque sabe
que está desnudo, se escurre y le echa la culpa a Eva. Y esa, también se
considera inocente por haber comido la manzana.
"Es la serpiente". Y como la serpiente no tiene alma, todo en
paz. Nadie tiene la culpa.
Caín ha matado a su hermano, pero
él tampoco tiene nada que ver en el asunto.
Dios no le había encargado de velar por su hermano Abel.
Y ¿No seguimos alguna vez comportándonos como nuestros padres
lejanos? ¿No encontramos alguna excusa
por algo que se remueve en el fondo de nuestro corazón? ¿No hay algo
o alguien que ha influido en nuestra conducta? Casi seguro que sí, pues vivimos
con un cúmulo de influencias, pero al final somos nosotros que no hemos sabido
parar la cadena del mal.
Lo cierto, pensamos, es que no
hemos cometido esa falta de delicadeza, incluso ese pecado, más o menos
grave. Son las circunstancias, es la
gente, es lo que se hace. Luego, no hay necesidad de confesarse, y así aligerar
la conciencia, y recobrar la alegría que aquel gusanito corroía poco a poco.
CHANTAL
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