Con razón se advierte que "el amor se
manifiesta más en las obras que en las palabras" (S. Ignacio de Loyola).
No olvidemos sin embargo, que en las relaciones humanas también las palabras cuentan
como obras. Las palabras ofensivas destruyen la caridad. Por eso en el Antiguo Testamento alaban a aquellos
que hablan en tono sereno. "la palabra pacífica calma la cólera, la
palabra amarga hace estallar la ira"
Los comentarios irónicos y malintencionados
pueden ser tomados a broma, de igual modo que cuando alguien nos da un
golpecito en el hombro. Sin embargo, se debe medir adecuadamente la fuerza de
dicho golpe. Hay golpes que no pueden ser tomados a broma, ciertamente no por
quien lo ha recibido. En tal caso, no deberían reírse ni siquiera aquellos que están cerca. Existe una gran
diferencia entre la risa inocente y la maliciosa.
Es difícil la convivencia con esa gente que
en su trabajo no pierde la ocasión de protestar, de responder mal, de criticar
o de aconsejar siempre hacer algo de una
manera distinta. La mala costumbre a veces crece de tal manera que parece que
esa persona no tiene otro principio ni otro programa que hacer lo contrario de
lo que hacen los demás y no tiene otra lógica que contradecir a quien habla. Es
muy molesto el compañero que no atiende a la conversación pero que, cuando
empieza a hablar otro, interviene para discutir.
Cardenal Tomás SPIDLIK
(1919
- 2010)
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