El amor se forja y se mantiene a base de trato. Si lo
descuida alguien que quiere entregar su vida a Dios, corre el peligro de caer
en el activismo. En vez de afanarse en su ideal apostólico con el fin de
agradar al Señor, se centra en los resultados visibles de su empeño. Sus
deterioradas raíces producen frutos efímeros. Parece que aprovecha el tiempo,
que se mueve, que organiza, que inventa un modo nuevo de resolver todo... pero
es improductivo. No deja poso ni huella porque su deseo de eficacia termina
comprometiendo la fecundidad de su labor. "Hemos de trabajar mucho la
tierra - aconseja san Josemaría - y hemos de trabajar bien, porque esa tarea
ordinaria es lo que debemos santificar. Pero no nos olvidemos nunca de
realizarla por Dios. Si la hiciéramos por nosotros mismo, por nuestra
satisfacción, por orgullo, produciríamos solo hojarasca: ni Dios, ni los
hombres lograrían, en árbol tan frondoso, un
poco de dulzura".
Michel ESPARZA
Sintonía con Cristo
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