La compasión no puede
quedarse en un sentimiento vano. Emplea todos los medios para la corrección, a
veces incluso penas severas. No serían "misericordiosos" los cuerpos
del Estado que permitieran impunemente robar, violentar a los inocentes,
perturbar el orden necesario para vivir. No serían misericordiosos los padres
que vician a los niños eludiendo su educación y tampoco los maestros que no
exigen que se aprendan las lecciones.
Decimos apropiadamente
que el espíritu de venganza es pagano,
pero los cristianos tampoco pueden simplificar tanto la realidad como para
descuidar la justicia apelando a la misericordia. Conservar un orden apropiado
es más misericordioso hacia los demás que un gesto débil de bondad. Es un
cobarde quien invoca la misericordia como excusa para no defender la justicia,
como es su deber; es un cobarde quien dice que perdona para evitarse problemas, dejando sufrir a los inocentes.
Trastoca los valores
quien sabe perdonar todo aquello que no le atañe, pero que, al contrario,
defiende con gran brío sus derechos cuando el mal se hace contra él. En verdad
se pueden perdonar solo los males sufridos. Una misericordia así es
confirmación de fe en la unión del cuerpo místico de Cristo. Nadie castiga al
pie porque ha tropezado contra una piedra, debería recriminárselo a sí mismo.
Si creemos que somos uno en Cristo, perdonemos misericordiosamente para
encontrar nosotros a su vez misericordia.
Cardenal TOMÁS SPIDLIK.
(1919 - 2010)
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