Un día en el que pensaba qué podía hacer yo para salvar almas, una
frase del evangelio me dio una viva luz. En otro tiempo, Jesús dijo a sus discípulos,
enseñándoles los campos de trigo ya maduro: alzad
vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega, y un poco
más adelante: la mies es abundante pero
el número de trabajadores es pequeño, pedid, pues al señor de la mies que le
mande trabajadores. ¡Qué misterio! ¿Acaso Jesús no es todopoderoso? ¿Acaso
las criaturas no son de quien las ha hecho? Entonces, ¿por qué Jesús dice: Pedid, pues, al señor de la mies que le
mande trabajadores? Por qué? Jesús nos tiene un amor tan incomprensible que
quiere que tomemos parte con él en la salvación de las almas. No quiere hacer
nada sin nosotros. El creador del
universo espera la oración de una pobre y pequeñita alma para salvar a las
demás rescatadas como ella, al precio de toda su sangre. Nuestra vocación no es
ir a segar los campos de trigo maduro. Jesús no nos dice: "Bajad los ojos,
mirad los campos e id a segarlos". Nuestra misión es todavía más sublime.
Éstas son las palabras de nuestro Jesús: "¡Levantad los ojos y mirad!
Mirad como en mi cielo hay lugares vacíos, os toca a vosotros llenarlos;
vosotros sois mis Moisés orando sobre el monte. Pedidme obreros y yo os los
enviaré, no espero otra cosa que una plegaria, un suspiro de vuestro
corazón".
Santa TERESA DEL NIÑO JESÚS.
(1873 - 1897)
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