Hay que entender el amor en el
sentido más verdadero, del modo más justo. La persona se siente amada de verdad
por otra si ésta consigue darle gusto. Así pues, comprendemos a veces que
nuestro amor no es verdadero, por ejemplo, cuando nos explayamos en temas,
mantenemos actitudes o tenemos detalles que no le interesan al otro. El
verdadero comportamiento que interpreta la palabra “amor” o “amar” es el
hacerse uno, el ir al encuentro del hermano, de sus necesidades, cargar
completamente con sus exigencias, y también con sus sufrimientos. Entonces
tendrá sentido dar de comer, de beber, ofrecer un consejo o una ayuda.
Y, ¿Qué sucede si nos comportamos
así? Sucede como cuando al ver los grandes problemas de tantas regiones del
tercer o cuarto mundo, atenazadas por la mordaza de la miseria, de la falta de
casa, de ropa, de trabajo, etc.,comprendemos que no podemos pretender que esas personas piensen, por ejemplo, en
cultivarse o en elevar su espíritu por la oración, antes hay que hacer lo
posible por aliviarles del peso de la miseria que les agobia y luego podremos
pensar en todo lo que se refiera a la
vida de la persona humana: su educación, su desarrollo integral, etc.. Lo mismo
sucede con cada persona cuando la amamos “·haciéndonos uno”.
De ese modo la liberamos
completamente de lo que las preocupa y que puede ser motivo de angustia. Entonces se dan cuenta de que
llevamos el peso que les agobia y se
sienten libres. Y al sentirse aliviados, libres sin preocupaciones están dispuestos
a acoger el mensaje de amor y de paz que queremos llevarles. Se verán atraídos
por esa vida nueva, evangélica que descubren en nosotros, y que, en el fondo
del corazón, todos anhelan pues Dios los concibió para todos sus hijos.
Chiara LUBICH
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