Sólo con la oración mental y la
lectura espiritual podemos cultivar el don de la oración. La simplicidad
favorece enormemente la oración mental, es decir, olvidarse de sí mismo
trascendiendo el cuerpo y los sentidos y haciendo frecuentes aspiraciones que
alimentan nuestro oración. San Juan Marie Vianney dice: "para practicar la
oración mental, cierra los ojos, cierra la boca y abre el corazón". En la
oración vocal hablamos a Dios; en la oración mental, El nos habla a nosotros;
se derrama sobre nosotros.
Nuestras oraciones deberían ser
palabras ardientes que provinieran del horno de un corazón lleno de amor. En
tus oraciones habla a Dios con gran reverencia y confianza. No te quedes
remoloneando, no corras por delante; no grites, ni guardes silencio, ofrécele
tu alabanza con toda tu alma y todo tu corazón, con devoción, con mucha
dulzura, con natural simplicidad y sin afectación.
Beata TERESA DE CALCUTA.
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