Cuando Juan Bautista y cuando el
mismo Jesús comienzan su ministerio, proclaman que el reino de Dios está cerca,
que ha llegado. En un sentido, se realizó en Jesucristo lo que anunciaban los
profetas, pues en él se manifiestan los
signos mesiánicos: los ciegos ven, los cojos andan, se proclama para todos un
tiempo de liberación. Y sin embargo, podríamos ir a la ventana, mirar a la
calle y comprobar que nada ha cambiado. Todos los años, cuando llega la fiesta
de Navidad, se me plantea un problema, pues tengo como sacerdote la misión de
proclamar este día a los hombres y decirles que su Salvador ha nacido: ¿tengo
derecho a decir esto, cuando aparentemente no ha cambiado nada en el mundo?
Para hallar una repuesta a este
problema debemos tener en cuenta la voluntad y el plan de salvación de Dios tal
como nos lo da a conocer la revelación. Somos nosotros los que debemos trabajar
por la restauración y por la salvación de nosotros mismos y de todas las cosas,
pero debemos reservar la manifestación total de su poder y la plenitud de sus
efectos para un tiempo final que todavía no ha llegado y que se llama parusía o
escatología. Es cierto que Jesús ha venido y que ha comenzado con él una
renovación total, pero debe volver otra vez. Es cierto que es poderoso y
vigilante pero no hace alarde de todo su poder, pues tiene que ser el salvador
por la cruz, y no quiere forzar nuestra libertad bajo la evidencia de su irresistible
autoridad.
Yves M. J. CONGAR
1904 - 1995
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