A lo largo de toda
nuestra vida Cristo nos llama. Estaría bien tener conciencia de ello, pero somos lentos en
comprender esta gran verdad: que Cristo camina a nuestro lado y con su mano,
sus ojos y su voz nos invita a seguirle. En cambio, nosotros ni siquiera
alcanzamos a oír su llamada, que se sigue dando ahora. Pensamos que tuvo lugar
en los tiempos de los apóstoles, pero no creemos que la llamada nos ataña a
nosotros, no la esperamos. No tenemos ojos para ver al Señor, muy al contrario
del apóstol a quien Jesús amaba, que distinguía a Cristo cuando los demás
discípulos no lo reconocían.
No obstante, estáte seguro: Dios te mira,
seas quien seas. Dios te llama por tu nombre. Te ve y te comprende, él, que te
hizo. Todo lo que hay en ti le es conocido; todos tus sentimientos y tus
pensamientos, tus inclinaciones, tus gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve
en los días de alegría y en los tiempos de pena. Se interesa por todas tus
angustias y tus recuerdos, todos tus ímpetus y los desánimos de tu espíritu.
Dios te abraza y te sostiene; te levanta o te deja descansar en el suelo.
Contempla tu rostro cuando lloras y cuando ríes, en la salud y en la
enfermedad. Mira tus manos y tus pies, escucha tu voz, el latido de tu corazón
y hasta tu aliento. No te amas tú más de lo que te ama él.
Beato John Henry NEWMAN
Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).
Nace en Londres; convertido del anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-1890).
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