Mirad a vuestro alrededor, hermanos: ¿por qué hay tantos cambios y
luchas, tantos partidos y sectas, tantos credos? Porque los hombres están
insatisfechos e inquietos. ¿Y por qué están inquietos, cada uno con su salmo,
su doctrina, su lengua, su revelación, su interpretación? Están inquietos
porque no han encontrado; todo esto todavía no los ha llevado a la presencia de
Cristo, que
es la plenitud de la alegría y la felicidad eterna. Si hubieran sido alimentados por el Pan
de la vida y probado el panal de miel, sus ojos se habrían vuelto claros, como
los de Jonatán, y habrían reconocido al Salvador de los hombres. Pero no
habiendo percibido estas cosas invisibles, todavía deben buscar, y están a
merced de rumores lejanos.
Triste espectáculo: el pueblo de Cristo
errante sobre las colinas como ovejas sin pastor. En lugar de buscarlo en los lugares que siempre frecuentó y en la
morada
que
estableció, se detienen en proyectos humanos, siguen a guías extranjeros y se
dejan cautivar por opiniones nuevas, se convierten en el juguete del azar o
del gozo del momento y víctimas de su propia voluntad. Están llenos de
ansiedad, de perplejidad, de celos y de espanto, bamboleados y llevados por el
viento de cualquier doctrina, por la astucia de los hombres y su propia astucia
que se obstina en el error. Todo esto porque no buscan el Cuerpo único, el
Espíritu único, la única esperanza de su llamada, el único Señor, la fe única,
el bautismo único, el Dios único y Padre de todos para encontrar el descanso de
sus almas.
Beato John Henry Newman
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