sábado, 13 de agosto de 2016

¿QUÉ ES UN MAESTRO?


Alguien desea ayudarles: es el maestro, o la maestra; pero oficialmente los maestros han desaparecido, al menos en el vocabulario. Queda el enseñante o la enseñante (!). Ni siquiera existen profesores o profesoras; lo que queda de ellos es solamente, el profe, o la profe (cuando no es la seño). Un inciso: ¿nos hemos percatado de cómo el lenguaje infantil ha invadido el lenguaje adulto con normalidad: Mates, profe, boli, peli, cumple, fínde, etc.? En nuestra sociedad, dominada por la pereza intelectual y por lo más cómodo, hasta los niños nos enseñan a deteriorar y empobrecer el idioma. Nos faltan «Maestros» de verdad. Y, lo que es peor, nos sobran falsos maestros.
Pero no pensaba hablar de esto, sino del único personaje histórico que se arrogó la exclusiva de ese título:
«No dejéis que os llamen rabí (maestro), pues vuestro Maestro es uno solo» (Mt 23,8).
Pero ¿qué era un maestro en el tiempo en el que vivió Jesús sobre la tierra? En lo que conocemos de la vida entonces en la cuenca oriental del Mediterráneo, se entremezclaban dos culturas que han dejado sus huellas en las lenguas bíblicas: la helenística -grecorromana- y la hebrea. En la primera, didáskalos (maestro) es el sujeto agente del verbo griego didáskó, la persona que hace lo que significa ese verbo; básicamente dos cosas que pertenecen, de ordinario, a la tradición de un pueblo:
a) Instruir, enseñar una ciencia, un arte, un oficio; los métodos podrán ser diversos, pero predominan la repetición, la memorización, etc.
b) Transmitir y fundamentar normas éticas, leyes morales, un estilo de conducta.
Esto último, tan importante cuando hay en la sociedad un vacío de valores morales, hizo que un personaje como Sócrates no quisiera ser tenido por «maestro»: él enseñaba a ser virtuoso, ¡pero los alumnos no aprenden la virtud a base de repetir y memorizar!

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