Prestemos atención, carísimos, a cómo el Señor no cesa de mostrarnos
la resurrección futura de la que nos ha dado las primicias resucitando a
nuestro Señor Jesucristo. Consideremos las resurrecciones que se realizan
periódicamente. El día y la noche nos presentan una resurrección. La noche cae,
el día se levanta. El día desaparece y llega la noche. Miremos los frutos: cómo
se forman las semillas. El que siembra sale a sembrar, echa las diferentes
semillas en la tierra. Éstas caen, secas y desnudas, sobre la tierra y se
desintegran. Luego, a partir de esta descomposición, la magnífica providencia
del Maestro las hace resurgir y un solo grano se multiplica y da fruto. ¿Nos
extrañaremos, pues, de que el Creador del universo haga revivir a aquellos que
le han servido fielmente y con la confianza de una fe perfecta?
En esta esperanza, unámonos a aquel que es fiel, y cuyas promesas son
verdad y justos sus juicios. El que nos manda no mentir no puede mentir. Para
Dios nada es imposible, salvo mentir. Reanimemos, pues, nuestra fe en él y
consideremos que todo esto le es posible. De una palabra de su boca ha formado
el universo y con una palabra suya lo puede aniquilar. Hace todo lo que quiere.
Nada de lo que ha decidido perecerá jamás. Todo está delante de él y nada se
escapa a su providencia.
San Clemente Romano
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