Hijos míos, pase lo que pase, recordad que yo estoy siempre con
vosotros. Acordaos de que, visible o invisible, despierto o dormido, vigilo
siempre, estoy por todas partes, soy todopoderoso. No tengáis jamás ningún
temor, ninguna inquietud: estoy ahí, vigilo, os amo, lo puedo todo... ¿Qué más
hacer por vosotros?... Acordaos de las tempestades, cuando erais tranquilizados
con una palabra, haciendo suceder una gran calma. Tened confianza, fe, y
coraje; no os inquietéis por vuestro cuerpo y vuestra alma, pues yo estoy ahí,
todopoderoso, y amándoos.
Pero que vuestra confianza no nazca de la dejadez, de la ignorancia de
los peligros, ni de vuestra confianza o la de otras criaturas. Los peligros que
corréis son inminentes: los demonios, enemigos fuertes y astutos, vuestra
naturaleza pecadora y el mundo mismo os harán una guerra encarnizada. Y en esta
vida, la tempestad es casi constante, y vuestra barca está siempre a punto de
zozobrar. Más no olvidéis que estoy ahí, con vosotros, iesta barca es
insumergible! Desconfiad de todo, sobre todo de vosotros, pero tened una
confianza total en mí, que he desterrado toda inquietud.
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