El pan es uno, y así
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos
del mismo pan.
La consecuencia es
clara: no podemos comulgar con el Señor si no comulgamos entre nosotros. Si
queremos presentaips ante él, también debemos ponernos en camino para ir al
encuentro unos de otros. Por eso, es necesario aprender la gran lección del
perdón: no dejar que se insinúe en el corazón la polilla del resentimiento,
sino abrir el corazón a la magnanimidad de la escucha del otro, abrir el
corazón a la comprensión del otro.
La Eucaristía es sacramento de la unidad. Pero, por desgracia, los
cristianos están divididos, precisamente en el sacramento de la unidad. Por
eso, sostenidos por la Eucaristía, debemos sentirnos estimulados a tender con
todas nuestras fuerzas a la unidad plena que Cristo deseó ardientemente en el
Cenáculo. Quisiera reafirmar mi voluntad de asumir el compromiso fundamental
de trabajar con todas mis energías en favor del restablecimiento de la unidad
plena y visible de todos los seguidores de Cristo. Soy consciente de que para
eso no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen falta gestos
concretos que entren en los corazones y sacudan las conciencias, estimulando a
cada uno a la conversión interior, que es el requisito de todo progreso en el
camino del ecumenismo.
Benedicto XVI
la Eucaristía somos todos, si se comulga no perdonando a nuestro prójimo es como quedarse a medias.
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