Aquel que mata en actos terroristas
alimenta en su interior el desprecio por la humanidad, dando pruebas de la
desesperanza de cara a la vida y al futuro. La violencia terrorista... es
totalmente contraria a la fe en Cristo Jesús, que enseñó a sus discípulos esta
oración: Perdónanos
nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. En realidad, el perdón es ante todo una
decisión personal, una opción del corazón en contra del instinto espontáneo de
pagar mal por mal. Esta opción encuentra su elemento de comparación en el amor
de Dios, que nos acoge a pesar de nuestros pecados, y su modelo supremo es el
perdón de Cristo, que oró así en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen.
El perdón tiene, pues,
una raíz y una medida divinas. Pero esto no excluye que se pueda encontrar el
valor del perdón a la luz de consideraciones fundadas sobre el buen sentir
humano. La primera de estas consideraciones concierne a la experiencia vivida
interiormente por todo ser humano cuando comete el mal. Se da cuenta entonces
de su fragilidad y desea que los otros sean indulgentes con él. ¿Por qué,
entonces, no actuar de la misma manera de cara a los demás? Todo ser humano
alimenta en su interior la esperanza de poder comenzar de nuevo, de iniciar
una vida nueva, y no quedar para siempre prisionero de sus errores y de sus
faltas.
San
Juan Pablo II
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