.
En un mundo como el nuestro
donde tendemos a encerrarnos en nuestra casa o en nosotros mismos, las lecturas
de hoy nos llaman la atención sobre la importancia de la hospitalidad, virtud
que aparece en repetidas ocasiones en la Biblia. Abrahán recibe la visita de
tres hombres, aunque los saluda como si fuera uno solo, por lo que muchos han
visto en esta escena una prefiguración del misterio de la Trinidad.
La actitud de Abrahán sorprende
porque, aunque hacía calor, abandona la sombra de la encina y corre al
encuentro de aquellos hombres. No solo eso, sino que se pone a servirles
personalmente, no deja de correr de un sitio para otro para atenderlos inmediata
y debidamente, y permanece de pie
mientras comen. La visita inesperada ha sacado lo mejor de Abrahán
permitiéndole ejercer la hospitalidad, y en esto también sale enriquecido.
Abrahán está contento de recibir a otros en su casa y encuentra felicidad en
hacerles la vida cómoda. Su alegría interior se ve coronada con la promesa de
un hijo.
Cristo es el huésped que viene
en nuestro corazón. En la Comunión, el Señor viene a cada uno de nosotros y nos
da su amor. Es de ese amor del que nosotros extraemos la fuerza para servirle
después, especialmente atendiendo a quienes más nos necesitan. Pero hemos de
procurar de no perder de vista su presencia, para no desperdigarnos en las
cosas que hacemos, aunque sean buenas y nobles. Continuadamente hemos de volver
a los pies de Cristo, como Magdalena, para escuchar sus palabras y así experimentar,
también en la acción, el gozo de su compañía.
David AMADO FERNÁNDEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario