Buscarse a sí mismo en Dios es buscar las dulzuras y las
consolaciones de Dios, y esto es contrario al puro amor de Dios. Es un gran mal
tener presente los bienes de Dios más que Dios mismo, la oración y el despojo.
Hay muchos que buscan en Dios sus consuelos y sus gustos, y desean que su
Majestad los llene de sus favores y sus dones; pero el número de los que
pretenden complacerle y darle alguna cosa en detrimento de ellos mismos,
menospreciando su propio interés, es muy pequeño,
Hay muy pocos hombres espirituales, incluso entre los que
uno piensa que están muy adelante en la
virtud, que consiguen una perfecta determinación para el bien. Jamás llegan a
renunciarse enteramente sobre algún punto del espíritu del mundo o de la
naturaleza, ni a menospreciar lo que se dirá o se pensará de ellos, cuando se
trata de cumplir por puro amor a Jesucristo las obras de perfección y de desprendimiento.
Él que no quiere sino a Dios solo, no anda en tinieblas,
por pobre y privado de luz que pueda ser a sus propios ojos. El alma que en
medio de las sequedades y abandonos, conserva siempre su atención y su
solicitud en servir a Dios podrá sentir pena y temor de no llegar al fin; pero,
en realidad, ofrecerá a Dios un sacrificio de un muy agradable olor.
S. JUAN DE LA CRUZ (1542 – 1591)
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