Juan
fue precursor de Cristo por su nacimiento, por su predicación, por su bautismo
y por su muerte. ¿Se puede encontrar una sola virtud, un género de santidad que
el Precursor no haya tenido en su más alto grado? Algunos renuncian al mundo y huyen
de los hombres para vivir santamente, pero Juan es todavía un niño cuando se
adentra en el desierto y escoge resueltamente habitar en la soledad renuncia al
derecho de sucesión del sacerdocio de su padre para poder anunciar, con toda
libertad, al verdadero y soberano Sacerdote. Los profetas han anunciado por adelantado la venida del
Salvador, los apóstoles y los demás que enseñan en la Iglesia dan testimonio de
que esta venida realmente tuvo lugar, pero Juan lo muestra ya presente entre
los hombres. Son muchos los que han guardado virginidad y no han manchado la
blancura de sus vestidos, pero Juan renuncia a toda compañía humana a fin de
arrancar las apetencias de la carne hasta sus mismas raíces y, lleno de fervor
espiritual habita entre las bestias salvajes.
Juan,
en el centro del coro escarlata de los mártires, incluso lo preside como maestro de todos: combatió valientemente y
murió por la verdad. Llegó a ser el jefe de todos los que combaten por Cristo,
y fue el primero de todos en ir a plantar en el cielo el estandarte del mártir.
SAN
PEDRO DAMÍAN
(1007
– 1072)
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