Somos muchos los que procuramos
ayudar a una persona depresiva, marido, hijo, hermano, amiga o compañera de
trabajo. Ese oscuro fenómeno, la depresión, cuyas causas parecen ser a la vez psíquicas y fisiológicas, desorienta. La tradición monástica identifica también
como peligro mayor para la vida espiritual lo que llama “acedía”, la falta de
aprecio por la oración y la vida espiritual, acompañada por un sentimiento de
tedio y de tristeza. Etimologicamente, la palabra sugiere negligencia e
indiferencia, luego esta falta de interés, de energía y de deseo que
caracteriza a los depresivos.
Creyentes y no creyentes están
igualmente impotentes frente a ese mal-estar, incluso si la fe anima algo la
esperanza de los primeros. ¿Cómo volver a dar gusto y sabor a las ganas de
vivir de una persona que da la espalda a todo? ¿Que todo aburre y abruma?
Cuando se trata de una persona querida, hasta ahora bien viva y anímica, y que
vemos de pronto depresiva y abatida por lo que parece una vida espiritual, uno
se siente la más de las veces, impotente y capaz solamente – lo que ya es mucho
– de estar a su lado perseverando en la oración.
En los casos más ligeros,
podemos sin embargo preguntarnos si no tenemos una responsabilidad en ese
abandono, esa tristeza. Los monjes condenaban la acedía como una aflicción
culposa y su enseñanza se parece en alguna forma a la del Rabí Nahman de
Bratislava, en el siglo XVIII que insistía sobre la lucha contra el abatimiento
y la tristeza. Veía en la alegría una obligación espiritual urgente .
Sus exhortaciones a la alegría a
pesar de todo lo llevaba a decir: “Hay que obligarse a la alegría”. Esta enseñanza viene a recordarnos que a pesar
de que todo es gracia, la persona debe también coger los acontecimientos y los
vaivenes espirituales a brazo partido. ¿Jacob no tuvo que luchar contra Dios
mismo?
Katell BERTHELOT.
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ResponderEliminarQuerida Chantal: Ayer no conseguí enviarte el comentario, a ver si lo consigo esta tarde; tengo mucha gana de verte para que me cuentes como habéis realizado el viaje.Trataré de ir mañana a Santo Domingo.
ResponderEliminarEs importante estar alegre; el sólo hecho de saberte hijo de Dios, ya reporta la suficiente alegría para que te despiertes cada mañana con buen ánimo para alabarlo y pedirle cuanto necesitas para vivir la jornada sin sobresaltos y sin cometer imprudencias que pudieran disgustarlo.Somos débiles y cuando caemos nos ponemos tristes;Él está ahí para perdonarnos.Otra clase de tristeza es cuando oramos y buscamos a Dios y así un día tras otro y parece que lo hubiéramos perdido definitivamente, parece ser que al Señor le agrada que lo busquemos con impaciencia; después se experimenta una alegria muy grande cuando se ha encontrado.
La depresión es otra cosa:una persona deprimida no atiende,no entiende ni escucha. Ante una persona con depresión hay que conseguir que la vea un médico a la mayor brevedad posible y que le haga un diagnóstico para poder ponerle el tratamiento adecuado.Puede tener un cortisol elevado; o que sus neurotransmisores le estén fallando y, en tal caso, la bioquímica se lo puede solucionar.Yo no creo que se curen las depresiones peleándose con nadie. Un beso.MªjoséBermúdez