EN el Evangelio, Jesús critica
a aquellos que saben reconocer el aspecto del cielo (Lc.12,54-59), pero no han
sido capaces de descubrir el tiempo en el que era urgente creer en el reino de
los cielos. El mismo Señor Jesucristo comenzó así su predicación: Convertíos porque está cerca el reino de los
cielos. Juan Bautista, su precursor, había comenzado de la misma manera: convertíos porque está cerca el reino de los
cielos. Y ahora el Señor censura a los que no quieren convertirse a pesar
de que el reino de los cielos está cerca.
Pertenece a Dios saber cuando
vendrá el fin del mundo: sea cuando sea, ahora es el tiempo de la fe. Para cada uno de nosotros el tiempo está cerca ,
porque somos mortales. Caminamos entre peligros. Si fuéramos de cristal, temeríamos
menos. ¿Hay algo más frágil que un recipiente de cristal? Sin embargo , puede
durar siglos: tememos que caiga , pero no le daña la vejez ni la fiebre. Somos,
pues, más frágiles y más débiles, y esta fragilidad cada día nos hace temer
todos los accidentes que constantemente acechan la vida de los hombres. El
hombre evita las desgracias, ¿pero puede evitar la última hora? Evita lo que
viene del exterior; ¿puede echar fuera de sí
lo que lleva dentro de sí? A veces cualquier
enfermedad lo asalta de repente. En fin, el hombre habrá podido ir salvando
escollos toda su vida, pero cuando al fin llegue la vejez ya no habrá prórroga.
SAN AGUSTÍN
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