El sabio Noé,
siguiendo la orden de Dios, se embarcó en el arca con sus hijos y sus mujeres.
Gimiendo sin cesar, Noé oraba así: “No me hagas perecer con los pecadores,
Salvador mío. Las nubes están preparadas, el cielo está revuelto. Los ángeles
vienen a la vanguardia de tu cólera”. Dichas estas palabras, Dios cerró el arca
y la selló, mientras su fiel exclamaba: “Por el amor que nos tienes, salva a
todos los hombres de la cólera, Redentor del universo”. El Juez, desde lo alto
del cielo, da una orden: inmediatamente se abren las esclusas, se precipitan
las lluvias, torrentes de agua y granizo de una parte a otra del mundo. Este
fue el efecto de la cólera de Dios porque los humanos habían perseverado en su
endurecimiento y no se habían apresurado
a suplicarle con fe: “Por el amor que nos tienes, salva a todos los hombres de
la cólera, Salvador del universo”.
Seguidamente,
el coro de los ángeles, viendo destruidos a los hombres carnales, gritaba:
“¡Ahora los justos poseen toda la extensión de la tierra!”. Noé suelta la
paloma y esta vuelve al atardecer con un ramo de olivo en el pico, que,
simbólicamente, anuncia la misericordia de Dios. Entonces, Noé sale del arca
como de su sepulcro. Han muerto la corrupción y la iniquidad; el hombre recto
de corazón triunfa por su fe porque ha encontrado gracia.
ROMANO EL
MELÓDICO.
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Noe levantó un altar y ofrecío a Yahvé en holocausto los animales más puros y las aves más exóticas y Yahve aceptó el sacrificio y restableció las leyes de la Naturaleza que habían sido suspendidas por la destrucción de la Humanidad.
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