La verdadera razón por la cual
no llegas a poder meditar es ésta ¡y no me equivoco! Comienzas la meditación
agitado y lleno de ansiedad. Esto es suficiente para que no alcances nunca lo
que buscas, porque tu espíritu no está concentrado sobre la verdad que meditas
y no hay amor en tu corazón. Esta ansiedad es vana. No sacarás de ella más que
un gran cansancio espiritual y una frialdad del alma, sobre todo a nivel afectivo. Contra ello no conozco otro
remedio que éste: salir de este estado de ansiedad. Éste es, en efecto, uno de
los mayores obstáculos para la práctica religiosa y la vida de oración.
De ninguna manera quiero
dispensarte de la meditación simplemente porque te parece que sacas ningún
provecho de ella. A medida que vayas haciendo vacío en ti mismo, verás como te
irás desprendiendo de este apego, y el Señor te hará el don de la oración que
tiene guardado en su diestra.
San PÍO DE PIETRELCINA.
(1887 – 1968)
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