Una de las necesidades más
imperiosas en el hombre es la de su identidad: tenemos necesidad de saber quiénes
somos, de existir a nuestros propios ojos y a los de los demás. Todos vivimos
una “falta de ser”, extremamente profunda. Tan arraigado es ese deseo de identidad
que puede conducir a aberraciones: algo que constatamos especialmente hoy en
día en hombres y mujeres (jóvenes la mayoría) que son capaces de presentar la
apariencia más inverosímil por el simple hecho de existir ante ellos mismos y
ante los demás según unos modelos propuestos por el ambiente cultural o los
criterios de una moda cambiante con lo que se identifican. Los medios de
comunicación son el vehículo que difunde este aluvión de modelos: el joven y
dinámico ejecutivo, el futbolista de la selección, la top-model, o el amo del
barrio…
En un plano superficial, con
frecuencia esta necesidad tiende a saciarse con el “TENER”, con la posesión de
bienes materiales o con determinado estilo exterior de vida: me identifico con
mis bienes, mi aspecto físico, mi moto, mi yate…se produce entonces una
terrible confusión al pretender colmar la necesidad de “SER” con el “TENER.”
Tras haber vivido algún tiempo como los reyes de la fiesta, de repente se
encuentran devueltos a un terrible soledad.
En un plano algo más elevado,
se busca satisfacer la necesidad de ser a través de la adquisición y el
ejercicio de ciertos talentos (deportivos, artísticos o intelectuales) . aunque
a primera vista parece un medio mejor que el anterior, hay que estar atentos al
peligro de confundir el “SER” con el “HACER”, identificando a la persona con el
conjunto de sus talentos o aptitudes. ¿Y si pierdo mis facultades? Y si acabo
mis días en una silla de rueda? Y ¿si pierdo la memoria a raíz de un accidente? ¿Qué seré yo entonces?
Jacques PHILIPPE
(SEGUIRÁ)
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