El gesto que realiza Jesús en la última cena, partiendo el
pan e instituyendo la eucaristía, es la suprema acción simbólica y profética de
la historia de la salvación: este gesto se sitúa en la misma línea que las
acciones simbólicas de los profetas, si bien es ampliamente superada en tanto
en cuanto la palabra de Jesús es superior a la de los profetas y su persona es
divina, la de ellos, no. En la eucaristía, Jesús anuncia proféticamente y
anticipa sacramentalmente lo que acontecerá poco después - su muerte y
resurrección - instaurando ya en
ese momento el futuro de la historia. La
predicación de Jesús anuncia el reino venidero de Dios; la institución de la
eucaristía es la acción profética que anticipa el cumplimiento de este anuncio
que se hará realidad en la muerte y resurrección de Cristo. Los padres de la
Iglesia sentían tan fuertemente este realismo del gesto de Cristo, que solían
contar los tres días de la muerte de
Jesús, no a partir del momento en que muere en la cruz, sino desde el momento
en que, en el cenáculo "partió su cuerpo para sus discípulos". Se
trata por tanto, de un mismo acontecimiento fundamental que los sinópticos
presentan anticipado en la acción simbólica y sacramental de la eucaristía y
que Juan presenta en su plena y definitiva manifestación en la cruz.
Juan acentúa el momento de la inmolación real (la cruz), mientras que los
sinópticos acentúan el momento de la inmolación mística (la cena). Pero se trata del mismo acontecimiento visto
desde dos puntos de vista distintos, y dicho acontecimiento es la inmolación de
Cristo." En la cena, Jesús se inmoló
a sí mismo; en la cruz fue inmolado por otros, dice San Efrén, y con esto
quería indicar que nadie podía quitarle la vida, sino que Él la ofrecía
voluntariamente, teniendo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo.
(Jn 10, 18).
Raniero CANTALAMESSA
La Eucaristía, nuestra santificación.
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