Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a
un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo.
Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al
Señor que lo envió. También nosotros los condenados infelizmente a la muerte
por la divina sentencia, esperamos, Señora, esa palabra de misericordia. Se
pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; enseguida seremos librados
si consientes. Por la Palabra eterna de Dios, todos fuimos creados, y a pesar
de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser
llamados de nuevo a la vida.
No tardes, Virgen María, da tu respuesta.
Señora nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos
esperan. Mira: el Rey y Señor del universo desea tu belleza, y desea no con
menos ardor tu respuesta. Ha querido supeditar a tu respuesta la salvación del
mundo. Has encontrado gracia ante él con tu silencio, ahora él prefiere tu
palabra. Él mismo, desde las alturas te llama: levántate, amada mía, preciosa mía, déjame oír tu voz. Responde presto al ángel, o,
por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al
que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra
fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.
San BERNARDO
(1090 - 1153)
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