La verdadera, la única perfección, no es
llevar un género de vida u otro, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el
género de vida que Dios quiere, donde quiere, y de llevarlo como él mismo lo
habría llevado. Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí,
procuremos seguirle paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida
tal como fue, como hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su
muerte: el amor nos empuja a esa imitación. Si Dios nos deja esa elección, esta
libertad, precisamente es porque quiere que despleguemos nuestras velas al
viento del amor puro y que, empujados por él, corramos tras el olor de sus perfumes en un exacto seguimiento,
como san Pedro y san Pablo.
Y si un día Dios quiere apartarnos, por un
tiempo o por siempre de este camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no
nos turbemos ni nos asombremos. Obedezcamos, hagamos su voluntad, vayamos donde
quiere, llevemos el género de vida que su voluntad nos designa. Acerquémonos
siempre a él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en
todas las condiciones, como él mismos habría estado, como él se habría
comportado si la voluntad de su Padre le hubiera puesto allí.
Beato CHARLES DE FOUCAULD
(1858
- 1916)
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