San José tuvo seguramente muchas alegrías en
su vida, y luego en el paraíso.
- A pesar de su humildad, de su silencio pues
no hay ni una sola palabra de él en los Evangelios, tuvo que sentir una enorme
alegría al saber que el embarazo de María era obra del Espíritu Santo.¡ Nada
menos que obra de Dios! ¡Tener que
proteger a un hijo de Dios!, incluso si no sabía exactamente en qué consistiría
su papel. Pero sería importante y lleno de responsabilidad.
- Dios, a través del Ángel, le encargaba de
cuidar a su Hijo y a su Madre que ya quería, pues ¿Quien puede no querer a María que destacaba
entre todas las jóvenes del pueblo?
¿Cómo sería de ahora adelante su vida? Dios
no puede querer el mal por su Hijo. Luego le ayudaría en la tarea. Eso también
era importante.
- Pero, no todos los hombres son buenos. Y Herodes
quiere matar al niño. Menos mal que el Ángel siempre lo vigila. De prisa, en
marcha. Y evita todos los escollos, la fatiga, y consigue llegar a Egipto,
sanos y salvos, los tres. ¡Qué alegría!
- Por fin, de vuelta a Nazaret, en casa.
Entre los suyos. Poder trabajar en lo que le gusta, ayudado por su hijo.
- Pero, ha envejecido, y ve el final de su
vida. Pero, ¿cómo va a angustiarse si su Hijo ya es un hombre que sabrá
proteger a su madre? ¡Qué paz, estar acompañado por los dos seres que más
quiere en esta vida!
- Dios ha sido grande con él: le ha acogido con alegría, ha visto que ha
sido obediente a su palabra, a sus indicaciones, que ha protegido su familia,
ha luchado por ellos, y ha muerto en paz en su compañía.
- Pero, le esperaba, un poco más tarde, una alegría
inmensa cuando se encontró con su Hijo resucitado, viéndolo con su verdadero
rostro. Y pudiendo adorarLe con todo su amor.
San José, ayúdanos en los momentos difíciles,
para después gozar contigo en el paraíso.
CHANTAL.
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