Sacramento y vida de oración no son dos vías
diversas y alternativas a la santificación, sino que están íntimamente ligadas
y son interdependientes. En la base de todo está, ciertamente, la vida
sacramental, están les "misterios" que nos ponen en contacto
inmediato y objetivo con la salvación
definitiva obrada por Dios en Cristo Jesús. Pero por sí solos, estos no bastan
para hacer progresar en el camino espiritual; es necesario que a la vida
sacramental, se añada una vida interior o de contemplación. En efecto, la contemplación
es el medio por el que los interiorizamos y nos abrimos a su acción; es el
equivalente de los misterios en el plano existencial y subjetivo; es una forma
de permitir a la gracia, recibida en los sacramentos, plasmar nuestro universo
interior, es decir, nuestros pensamientos, nuestros afectos, la voluntad, la
memoria.
Solo después de que la vida divina, llegada a
nosotros a través de los sacramentos, ha sido asimilada en la contemplación,
podrá expresarse también concretamente en las acciones, esto es en el ejercicio
de las virtudes y, en primer lugar, de la caridad.
La contemplación es, pues, la vía obligada
para pasar de la comunión con Cristo en a misa a la imitación de Cristo en la
vida. La vía de la perfección cristiana va de los misterios a la contemplación
y de la contemplación a la acción.
Raniero CANTALAMESSA.
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