Después de haber recibido tantas y tantas
veces a Jesús en el Eucaristía, finalmente, por un don de la gracia se puede
"reconocer" y comprender la verdad encerrada en aquellas palabras: Aquí hay algo más que Salomón. El temor
del Señor comienza a fluir, una especie de temor sagrado que impide levantar
los ojos. ÉL está allí, presente
personalmente. Y se descubre lo que significa adorar. Es una experiencia
abrasadora de la realidad y presencia del Señor. Se comprende ahora que, sobre
el Monte Sinaí, Dios se manifiesta con truenos y relámpagos, como el fuego de
su mismo ser. Este temor es, de algún
modo, lo mismo que el amor. Es sumamente amable y bello, aunque no se vea
ninguna imagen sensible. Es como si la realidad personal de Dios, espléndida y
deslumbrante, hubiera entrado en nosotros, llenándonos totalmente.
Raniero CANTALAMESSA.
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