martes, 11 de octubre de 2016

LA LEVADURA EN LA MASA.


Os recuerdo la grandeza de la andadura a lo divino en el cumplimiento fiel de las obligaciones habituales de la ¡ornada, con esas luchas que llenan de gozo al Señor, y que sólo él y cada uno de nosotros conocemos. Convenceos de que ordinariamente no encontraréis lugar para hazañas deslumbrantes, entre otras razones, porque no suelen presentarse. En cambio, no os faltan ocasiones de demostrar a través de lo pequeño, de lo normal, el amor que tenéis a Jesucristo.

Al meditar aquellas palabras de nuestro Señor: Yo, por amor de ellos, me santifico a mí mismo, para que ellos sean santificados en la verdad, percibimos con claridad nuestro único fin: la santificación, o bien, que hemos de ser santos para santificar. A la vez, como una sutil tentación, quizá nos asalte el pensamiento de que muy pocos estamos decididos a responder a esa invitación divina, aparte de que nos vemos como ins­trumentos de muy escasa categoría. Es verdad, somos pocos, en comparación con el resto de la humanidad, y personalmente no valemos nada; pero la afirmación del Maestro resuena con autoridad: el cristiano es luz, sal, fermento del mundo, y un poco de levadura hace fermentar la masa entera.

San JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

No hay comentarios:

Publicar un comentario