por las aguas hacia la orilla; pero las rocas permanecían firmes e inquebrantables, como si todo estuviera en calma, incluso en medio de las olas que venían a dar contra ellas.
Saqué
una lección de este espectáculo. Este mar ¿no es acaso nuestra vida y la
condición humana? En ella hay mucha amargura e inestabilidad. Y los vientos
¿acaso no son las tentaciones que nos asaltan y los imprevistos golpes de la
vida? Creo que es eso lo que meditaba David cuando exclamó: Dios mío, sálvame, que me llega el agua
al cuello: he entrado en la hondura del agua y me arrastra la corriente. Entre las personas que pasan pruebas,
unas me parecen ser como objetos ligeros y sin vida que se dejan arrastrar sin
oponer la mínima resistencia; no hay en ellas ningún rastro de firmeza; no
tienen el contrapeso de una razón sana que lucha contra los asaltos que le
llegan. Las otras las asemejo a rocas, dignas de esa Roca sobre la cual nos
mantenemos firmes y a la que adoramos; estas, formadas con razonamientos de
verdadera sabiduría, se levantan por encima de la debilidad ordinaria y lo soportan
todo con una constancia inquebrantable.
San Gregorio Nacianceno
Amigo de san Basilio y monje con él, fue obispo de Constantinopla; se
le conoce como el Teólogo (330-390).
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